20/7/04

Nebulosa terrorista

20-07-04 - Miguel Ángel Aguilar

Tarde de feria en la comisión parlamentaria que investiga el 11-M. Comparecía el anterior director del Centro Nacional de Inteligencia, embajador Jorge Dezcallar. Media entrada, si acaso, en las localidades de sombra reservadas para los abonos de los diputados. Lleno en los tendidos de sol, que ocupan los periodistas. Actitud de cortesía y plena colaboración del compareciente, en abierto contraste con zafiedades de otras sesiones. Se diría que responde un servidor del Estado que tuvo muy clara esa condición durante los tres años dedicados a dirigir el CNI.

Queda clara la necesidad de transmitir a la opinión pública que un servicio de inteligencia eficaz es de primera necesidad para un Estado democrático fuerte, que la abnegación sólo tiene todo su valor cuando es ignorada o no hay testigos para aplaudirla o, en palabras de Proust, que el trabajo con esfuerzo es como un regalo al que no se le quita el precio. Se recuerdan los objetivos del Centro, marcados en su artículo primero, según el cual le corresponde "elaborar informes, análisis, estudios y propuestas para prevenir y evitar peligros, amenazas y agresiones contra la independencia e integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones". Se advierten resonancias con el artículo octavo de la Constitución, donde se fija la composición y las misiones de las Fuerzas Armadas.

La tarde sirve para volver sobre la directiva nacional de inteligencia, que, a propuesta de la comisión delegada para estos asuntos -donde se integran, bajo la presidencia del vicepresidente primero, los ministros de Defensa, Asuntos Exteriores, Economía e Interior, los secretarios de Estado de Presidencia y de Interior y el director del CNI-, aprueba el Gobierno para determinar las prioridades. También permite mencionar el control parlamentario que obliga a que el director responda a final de año ante la comisión pertinente del Congreso y haga una evaluación de lo conseguido, así como el control judicial para aquellas cuestiones que afectan a los derechos reconocidos en la Constitución sobre las que es obligatoria la autorización del juez de tutela designado por el Consejo General del Poder Judicial.

Para los aficionados que se han incorporado sólo a esta última parte de la feria parlamentaria, es grande el asombro al saber algunos detalles de la actitud solipsista en la que se encerró el entonces presidente Aznar a partir de producirse los atentados del 11-M. En momento alguno convocó al Gabinete de crisis. Un inexplicable proceder, sobre todo si recordamos, por ejemplo, con cuánto celo se hizo cargo, encerrado en el búnker de La Moncloa, el a la sazón vicepresidente Francisco Álvarez-Cascos, decidido a salvarnos de las maléficas consecuencias del efecto 2000.

Dezcallar insiste en diferenciar las tareas del CNI de las propias de la policía y Guardia Civil. Asume con elegancia sus responsabilidades y acepta que en aquellos días tocaba de oído, en medio del ruido de interferencias múltiples. Entre las recomendaciones que formula incluye la de mejorar la coordinación, cuyo déficit había venido subrayando. Describe la nebulosa terrorista, los cuatro círculos concéntricos que van desde Al Qaeda a los grupos de la Yihad, los grupos locales desconectados y los individuos particulares con apoyos comunitarios, dispuestos a hacer lo que interpretan que gustaría al jefe carismático. Sitúa a los autores del 11-M en el segundo círculo y explica cómo pensó que la no aparición de restos de suicidas supondría que irían a inmolarse en acciones subsiguientes.

Increíble, pero ni por asomo se pregunta ni se alude a los confidentes, donde Pedro Jota ha cifrado la solución necesaria y única de todos los enigmas reales o sobrevenidos. Dezcallar es rotundo al negar relación alguna entre Al Qaeda y Sadam Husein como lo había venido siendo, al menos desde junio de 2002 en el Seminario sobre Terrorismo celebrado en Toledo, cuando descartó que los radicales islamistas colaboraran o tuvieran contactos con ETA. Marchando una de confidentes.

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