17/2/07

Los presuntos ideólogos del 11-M no superan el escollo de las pruebas

Ninguno contestó al fiscal, todos se declararon inocentes y condenaron el atentado de los trenes

17-02-07 - José Yoldi / Jorge A. Rodríguez (EL PAÍS)

Los tres supuestos autores intelectuales del 11-M, Rabei Osman, El Egipcio, Youssef Belhadj y Hassan el Haski -38.650 años de prisión de petición fiscal para cada uno de ellos-, no han conseguido salvar el escollo de las pruebas que en el sumario existen contra ellos, aunque luego habrá que ver si éstas se confirman a lo largo del juicio. Ninguno quiso contestar al fiscal y a las acusaciones, y en los interrogatorios de sus propios defensores las explicaciones que ofrecieron no fueron suficientes. Todos condenaron los atentados y El Haski rechazó airadamente una hipotética colaboración con ETA.

Los tres integrantes de la considerada columna vertebral de mando del grupo islamista presunto autor de los atentados ya han declarado en las dos primeras jornadas y han dejado tras de sí más sombras que luces. El futuro de El Egipcio pende de las grabaciones en las que decía que los atentados los había hecho su grupo. El de Youssef Belhadj y Hassan El Haski, es mucho más ambiguo.

Belhadj está acusado de ser Abu Dujanah al Afgani, el portavoz de Al Qaeda para Europa, en cuyo nombre se reivindicaron los atentados de los trenes de Madrid. Abu Dujanah Sammak Ibn Kharsa fue un mítico guerrero, el más fiero y fiel que luchó junto a Mahoma en la batalla del monte Uhud, en la que la desproporción de combatientes era de cuatro a uno. Siempre llevaba un pañuelo rojo en la cabeza en señal de que lucharía hasta la muerte.

Nadie ha identificado a Belhadj como Abu Dujanah, pero hay muchos indicios que así lo indican. Estuvo en España en febrero de 2004, para dar las últimas instrucciones a su grupo sobre los atentados, según la fiscalía. Por el análisis del tráfico telefónico se supo que mantuvo contactos con Abdelmajid Bouchar y Mohamed Afalah, dos de los considerados autores materiales de la colocación de las bombas en los trenes. En su domicilio en Molenbeek, en Bélgica, se encontraron dos tarjetas telefónicas, una de las cuales corresponde al número que otros implicados tienen como el de Abou Dujanah, la grafía francesa del mismo nombre. Además, en la agenda de esa tarjeta figuran los nombres y teléfonos de 15 de los 19 familiares de Belhadj, que también constaban en su teléfono móvil personal.

Ayer dijo que él no es Abu Dujanah y que no sabe quién se pueda llamar así, aunque oyó el nombre al juez de Bélgica. También dijo que el teléfono de Abu Dujanah no es suyo, ni sabe de quién es, porque por la casa de Molenbeek pasaba mucha gente. Respuestas endebles si se tiene en cuenta que su propio sobrino, y también procesado Mohamed Moussaten, en sus declaraciones ante el juez Juan del Olmo, aseguró que su tío le había dicho que era miembro de Al Qaeda y que, aunque no le contó quién estaba detrás de los atentados de Madrid, sí le dijo que le parecía poco lo que había pasado.

Belhadj no supo explicar ante el juez las razones de su sobrino para acusarle, pero ayer alegó que fue por miedo, porque toda su familia estaba detenida.

El caso de El Haski tampoco aparece limpio. Presunto jefe para Europa del Grupo Islámico Combatiente Marroquí, El Haski niega la existencia de este grupo terrorista que persiguen todas las policías de Europa y el Magreb. "Este grupo es ficticio", afirmó. El Haski está lastrado por las declaraciones de varios de sus correligionarios en Francia, y entre ellos, Attila Turk, con el que vivió en París y al que confió tras los atentados que su jamaa (grupo) de marroquíes los habían realizado, citando expresamente a Jamal Zougam y afirmando que estaba orgulloso y contento de lo ocurrido.

El Haski, como Belhadj y El Egipcio, condenó ayer los atentados. Todos se declaran inocentes, como Jamal Zougam, que en el estrado dio una lección de aplomo, aunque hay cuatro testigos que le vieron en los trenes.



Fracasa el primer intento de vincular a ETA con el 11-M en la vista oral

La conspiración irrumpe en la sala

Pablo Ordaz

Es imposible imaginar que cuando la justicia consiga sentar en el banquillo a los autores del atentado de Barajas, lo primero que hagan los abogados de los ecuatorianos asesinados sea preguntar a los terroristas de ETA si conocen a Bin Laden o a algunos de sus secuaces en España. Pues eso, pero vuelto del revés, fue exactamente lo que sucedió ayer en la Casa de Campo de Madrid. La teoría de la conspiración, según la cual ETA y Al Qaeda se pusieron de acuerdo para terminar con el Gobierno del PP volando cuatro trenes y matando a 191 personas, se coló en la segunda jornada del juicio.

Fue sobre el mediodía. La sala ya sabía que los dos supuestos ideólogos de la matanza, Youssef Belhadj y Hassan El Haski, seguirían la senda marcada el día anterior por El Egipcio. Sólo responderían a las preguntas que les formularan sus respectivos abogados defensores. Los letrados de la acusación, al igual que la fiscal, tenían entonces la oportunidad de plantear sus preguntas aun sabiendo que no encontrarían respuestas. Fue entonces cuando el abogado de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M dejó tres supuestas incógnitas suspendidas en el aire:

- ¿Desde cuándo utiliza el Grupo Islámico Combatiente marroquí los temporizadores segurtasun temporizadorea, inventados y fabricados por la banda terrorista ETA y que fueron incautados en el domicilio de alguno de los procesados?

- ¿Ha coincidido con miembros de la banda terrorista ETA en campos de entrenamiento de Afganistán?

- ¿Sabe si alguien proporcionó a la célula de Madrid dinamita Tytadine para los atentados?

No es fácil seguir un juicio de esta envergadura. Para empezar, cualquier profano puede pensar que cuando un abogado -y más si representa a un colectivo tan sensible como las víctimas de un atentado terrorista- formula sus preguntas lo hace sobre una sospecha fundada, buscando la condena del acusado por el camino más corto.

Sin embargo, no parece que la pregunta realizada por el abogado de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M tuviera esa intención. Sobre todo porque del análisis de esas tres preguntas se obtienen tres respuestas demasiado obvias. Una, la policía nunca requisó temporizadores con nombre vasco en las casas de los acusados de la matanza, sino un despertador Casio PQ-10, que cualquiera puede conseguir en el mercado -también un terrorista de ETA- por algo más de 10 euros. Dos, los servicios antiterroristas españoles no tienen constancia de que ETA haya utilizado alguna vez los campos de entrenamiento afganos. Y tres, en los análisis periciales de los explosivos no ha aparecido ni un solo rastro de la nitroglicerina que forma parte del explosivo Tytadine.

Es necesario, pues, buscar otra explicación a tales preguntas. Tal vez buscando su procedencia. Los afectados del 11-M están representados en el juicio a través de tres asociaciones. La que más víctimas acoge es la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo, presidida por Pilar Manjón. Las otras dos, la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M y la AVT, comparten con el PP y algunos medios de comunicación la teoría de la conspiración. A pesar de que la conexión entre bandas terroristas no ha aparecido en tres años de instrucción ni en uno solo de los 100.000 folios del sumario, las preguntas del abogado consiguieron ayer que el siniestro nombre de ETA sobrevolara la sala. Tal vez sabiendo que la falta de respuesta agrandaría la duda, como agranda un grito un valle vacío.

La negativa a declarar de los tres primeros acusados imprimió al juicio un ritmo inesperado. De ahí que diese tiempo a que el presidente del tribunal llamara a Jamal Zougam, acusado de ser uno de los autores materiales de la matanza. De los presuntos terroristas que aquella mañana se subieron a los trenes, ocho están muertos -siete se suicidaron en Leganés y al parecer otro murió en Irak-, tres están huidos y otros tres se sientan en el banquillo. Uno de ellos es Zougam. Tiene a su favor que en ninguno de los escenarios del horror se encontraron huellas suyas ni restos biológicos. Y en su contra que vendió las tarjetas de los móviles que hicieron estallar las bombas y que cuatro testigos aseguran haberlo visto en uno de los trenes.

Jamal Zougam fue el primero de los acusados que aceptó todas las preguntas y que además lo hizo en un español aceptable, pero entonces se produjo una circunstancia desconcertante. Tanto la fiscal, Olga Sánchez, como los abogados parecieron pillados por sorpresa, sin los deberes hechos. Unos balbucearon las preguntas y otros, sencillamente, no las hicieron. Por cierto, a él, que sí contestó, nadie le preguntó por el Tytadine ni por los despertadores Casio.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡ Y vale ya!