19/2/07

Basel Ghalyoun se desdice de varios aspectos de sus declaraciones policiales

Ghalyoun ha declarado que el grupo liderado por Sarhane se adoctrinaba en las reuniones que celebraban en el río Alberche.- Los tics nerviosos revelan su nerviosismo ante determinadas preguntas

19-02-07 - CadenaSER / 3dm

La fiscal, Olga Sánchez, preguntó a Basel Ghalyoun si en las reuniones que mantenía el grupo "estuvo Sarhane, quien manifestó su voluntad de cometer un atentado contra España por ser un país en contra de los musulmanes y estar inmerso en la guerra de Irak". El acusado respondió que los hechos no eran exactamente así, puesto que 'El Tunecino' "no dijo la palabra 'atentado' en los términos en los que usted se está refiriendo, si no que lo que quería hacer era atracar joyerías y bancos. La palabra 'atentado' sí figura en mis declaraciones porque la policía me dijo que en términos jurídicos, cuando una persona hace un atraco contra una propiedad privada se usa la palabra 'atentado contra la propiedad privada' o cuando una persona agrede a otra se usa 'atentado contra la integridad física de una persona', pero no usé la palabra atentado como se podría pensar: bombas y demás cosas.

Ghalyoun ha llegado a negar una parte de su declaración como imputado en la que aludía a una llamada telefónica entre sus amigos del piso de la calle Virgen del Coro Rifaat Anouar y Fouad el Morabit en la tarde del 11 de marzo.

Ha reconocido conocer a 'Mohamed el Egipcio', Sarhane 'El Tunecino', Rifaat Anouar, Fouad el Morabit, Larbi ben Sellam, Moutaz Almallah o Mustafá Maymouni.





Basel Ghalyoun está acusado de ser uno de los autores materiales de los atentados. Tras su detención el 24 de marzo de 2004, fue identificado por dos pasajeros de uno de los trenes.

El juez instructor le procesó en cambio por un delito de integración o pertenencia a organización terrorista.


El carnaval de las contradicciones

20-03-07 - Nacho Para (El Periódico)

El Carnaval llega a su fin y empiezan a caer todas las caretas. A rostro descubierto, basta un simple gesto para comprenderlo todo. Basel Ghalyun, uno de los presuntos autores materiales de la matanza del 11-M, tiene un tic nervioso que le delata. Cuando una pregunta le incomoda, su mente envía una orden subconsciente y una sacudida le pliega la cara, le encoge la nariz y le cierra bruscamente los párpados. Ayer lo hizo constantemente. Pese a su aparente sosiego y a la documentada estrategia de autodefensa que adoptó, el maldito tic se activaba cada vez que se sentía acorralado. Y eso ocurrió a menudo.
El momento más revelador fue cuando Ghalyun recibió una batería de preguntas de la acusación sobre su presunta relación con grupos terroristas, negadas todas con un "no" lacónico. "¿Pertenece a Al Queda?" El tic se activó. "¿Pertenece a ETA?" El tic no se activó. "¿Pertenece a las Brigadas de la Muerte?" El tic se activó. "¿Pertenece al GRAPO?" El tic no se activó. Claro está que esta observación no tiene validez científica alguna, ni pericial, mucho menos jurídica, pero parecía que cuando constreñía la cara con su latigazo neuronal mentía como un bellaco.

Su intención, durante toda su declaración, fue echarle el muerto a los muertos. Admitió que conocía a Sherhane ben Abdelmajid, el Tunecino, y a Rifat Anuar, suicidados ambos en el piso de Leganés, pero que empezó a distanciarse de ellos cuando se percató que sus ideas se estaban radicalizando, alentados por el predicamento de otro terrorista, Mustafá Maymuni, condenado por los atentados de Casablanca. Pese a querer desmarcarse de ellos, su círculo de amistades era para echarse a temblar. También conocía al terrorista Abú Dahdah (primero dijo que no y se le disparó el tic; luego, dijo que sí con el rictus relajado).
Poco a poco, Ghalyun se fue metiendo en la boca del lobo y, además del rostro, empezó a arrugar los folios que llevaba en la mano. Las contradicciones empezaron a aflorar. A pesar de estar en paro, dijo que a principios de 2004 dejó de ir a la mezquita de la M-30 porque "estaba ocupado en otros temas" que no quiso especificar. Para explicar el escrito con su letra aparecido en las ruinas de Leganés en las que enunciaba "el comportamiento del buen musulmán", de contenido claramente radical, también se lió: "No es mi letra --dijo con una espectacular sacudida de entrecejo--, pero si lo hubiera escrito yo podría estar bromeando, que fuera una burla. Que alguien escriba algo no refleja su pensamiento ni su ideología".

Exactamente eso es lo que hizo ayer. Decir cosas que no reflejan su ideología. Condenar los atentados, negar que en el piso de Virgen del Coro, en Madrid, visionaran con fruición asesinatos y vídeos aberrantes de Chechenia e Irak. A la pregunta "¿le dijo el Tunecino que algo fuerte iba a ocurrir en Madrid?", ofreció otra respuesta inquietante: "No en esos términos". La fiscala Olga Sánchez por fin sonrió. No solo tenía ante sí un acusado que le miraba a la cara, sino que además se metía con sus respuestas en inhóspitos callejones.
No es fácil para una mujer enfrentarse a unos tipos que demuestran cada día en sus declaraciones que para ellos la mujer no es más que una mercancía que se compra y se vende en la mezquita. Y menos para alguien como ella, que lleva una medalla del Niño Jesús en el pecho y un crucecita de oro en la muñeca. Al principio la miraban como quien mira a Satanás. "De temas religiosos, no sé mucho", dijo Ghalyun tras un triple tic.

Tan locuaz se mostró el pálido Ghalyun que el juez, tras darle un poco de cancha --"la justicia no sufre porque usted ejerza el derecho a autodefenderse, dada la gravedad de los delitos que se le imputan"-- acabó cortando por lo sano: "Cuando yo hable, usted se calla". Y en el crucial asunto del gorro --el que apareció en Leganés con su ADN prendido en las fibras-- al juez ya se le acabó la paciencia: "No haga de perito, porque no lo es", dijo cuando Ghalyun quiso decir que en la prenda no solo se encontró su rastro genético, sino que estaba el de otras personas.
La entrada del sirio en la jaula acorazada no generó, desde luego, el entusiasmo de la triunfal llegada de Zugam. Ayer, la mirada del Egipcio, el jefe, lo decía todo. No brillaba, como otros días. No pareció gustarle la cantada de Ghalyun, quien para intentar salvarse acabó salpicando la memoria de otros yihadistas muertos o encarcelados.


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