16-09-2004 - El País
Finalmente comparecerá Aznar, y también el ex secretario de Estado de Seguridad Astarloa, pero no habrá en la comisión del 11-M el desfile de confidentes (presuntos delincuentes) que pretendía el PP. La convocatoria de Aznar provocó de inmediato réplicas en cascada de Rajoy y Zaplana exigiendo al presidente Rodríguez Zapatero que acuda a explicar lo que hizo el PSOE y él mismo entre el 11 y el 14 de marzo (día de las elecciones). Todo ello en un clima de exasperación ante su propio aislamiento parlamentario. Por lo demás, la lista presentada por el PP más bien indica que la paranoia particular de algunas personas está prendiendo en ese partido.
Nunca fue cierto que Aznar no tuviera nada que aportar, como dijeron algunos socialistas, pero resultaba defendible la idea de que era conveniente evitar el precedente de un ex presidente llamado a declarar ante una comisión de investigación. Lo que Aznar puede y debe explicar es precisamente sus decisiones personales -demasiado personales- en relación a la respuesta política a los atentados: por qué rechazó la posibilidad que se le sugirió de convocar el Pacto Antiterrorista, o una reunión de todos los partidos democráticos para hacer una declaración y una convocatoria conjunta a la manifestación del día 12.
También contribuiría a acercar a la comisión a sus objetivos iniciales -y cuadraría con lo que cabe esperar de un ex presidente del Gobierno- que Aznar ofreciera sus reflexiones sobre los errores (subestimación del terrorismo islámico, etcétera) que él mismo reconoce en su libro. La comisión creada en EE UU sobre el 11-S se marcó tres objetivos: ¿por qué ocurrió?, ¿por qué nos cogió desprevenidos?, ¿cómo evitar que se repita? De acuerdo con ese planteamiento, la comisión ni siquiera entró a discutir las teorías estrambóticas que circularon sobre el origen de los atentados (conspiración israelí, etcétera)
Aquí, partiendo de la hipótesis de la autoría de ETA, refutada por los hechos, se ha producido un deslizamiento hacia diversas conspiraciones: colaboración de los islamistas con ETA, o con sectores de la policía o la Guardia Civil, o con los servicios secretos marroquíes, o de todos ellos a la vez, cruzando datos circunstanciales para meterlos a martillazos en un esquema previo de sospecha universal. La investigación judicial (y la policial encargada por los jueces) tendría que verificar cualquier indicio que apareciera; pero ya es bastante delicado el funcionamiento en paralelo de la investigación judicial y la parlamentaria para pretender convertir a esta última en un tribunal con jurisdicción mundial. O en un diván: la paranoia es una forma de delirio que hace ver por todas partes indicios de una implacable persecución.
Las declaraciones de ayer de Rajoy pueden considerarse la proyección política de ese delirio: la búsqueda de razones diferentes a la voluntad de los electores para la derrota del PP. Es decir, el intento de deslegitimar taimadamente la victoria de Zapatero. Que hubiera errores circunstanciales de algunos medios o que sean criticables -como lo criticó el editorial de este periódico del 14-M-los gritos de los manifestantes ante las sedes del PP en la jornada de reflexión no significa que los votantes, miles de ellos, fueran manipulados, como sigue tratando de autoconvencerse el PP. Simplemente ocurrió que decidieron votar. Y eso no lo puede cambiar ninguna teoría conspiratoria.
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