30/5/04

6 artículos de opinión (rebelion.org y elcorreodigital.com)


Las transparencias engañan

Rafael Castellano, Maverick Press

Mientras el 11-M, ya entrada la tarde, los habituales telediarios españoles persistían en su hamletiano condicional o su equidistancia escasamente pitagórica acerca de quiénes habían perpetrado (perdón, 'habrían') las masacres de los trenes en Madrid, a uno le quedaba la vieja y antifranquista solución, ya caída la noche, de bajarse al bar parabólico que retransmite partidos y eventos internacionales con su pantalla cinemascópica y constatar, basta con saber inglés (que el PP domina con elegancia y acento 'posh') que emisoras de Ultramar ya hacían constar datos y reivindicaciones. Éstas atribuían de forma fehaciente la autoría de la hecatombe a extremistas islámicos. Un contubernio, vamos, contra el cual el PP, pillado de rebote, luchaba intramuros con tensa y tenaz perseverancia.

Ahora solicita y obtiene este PP, en su cómoda postura de oposición, una Comisión parlamentaria que defina de forma transparente, nada menos, lo que ocurrió de veras durante esos patéticos días, o meses: los anteriores y los posteriores. Buscan polémica, desean romper el delicado puzzle y vitrificar lo obvio con riesgo de que los hechos se deshagan. Es una impugnación velada. Piden transparencia, qué obsesión, daltónica. El 'ex', cada día más chapliniano y catilinario, visita a Bush y le sonríe pese a las escabechinas gringas en Irak. Caña al moro. Aznar se sueña aún gran dictador de los triunfos históricos de España. Una unidad de destino en lo global; católica, apostólica y norteamericana.

Círculo de Corresponsales Extranjeros

Nos ha parecido escuchar, de refilón, que entre otros testigos para el juicio final de la Comisión sobre el 11-M, el Parlamento va a citar a periodistas. A responsables mediáticos (e inmediáticos, que fueron los más). Esperemos que no haya filtros en cuanto a cuáles y quiénes, y que esas transparencias no se enturbien, y que carezcan de dioptrías. Naturalmente, gozarán del color a través del cuál cada cual quiera mirar. Pero a la clase política le ha dado por esta lumínica y bíblica condición vidriosa en un caso que requiere simplemente translucidez. Muestran el síndrome, sus señorías, del Licenciado Vidriera, personaje del Cervantes humorístico que se bebió un filtro y se creyó ser todo él de cristal. Moraleja, en este caso concreto: la verdad se corrige; la realidad, no. Verán.

El colectivo "Círculo de Corresponsales Extranjeros" agrupa a 70 profesionales del periodismo de procedencia básicamente europea, norteamericana y latinoamericana. Que convoquen a su presidente, Steven Adolf, para que se ratifique en estas declaraciones, hechas días después del periodo que el PP quiere ahora revisar y reavivar, cuando el rescoldo aún abrasa. Dijo Adolf: "El Gobierno del PP tiene el deber de informarnos y puede darnos sus opiniones. No hacen falta advertencias de cómo tenemos que redactar nuestras noticias. Sobre todo cuando los hechos mencionados no se corresponden con la realidad o son conclusiones prematuras en relación con las investigaciones". Refréndelo ante sus señorías. Así como el escandaloso detalle de que estos enviados especiales o miembros de agencias recibieron una llamada del Ministerio de la Presidencia del PP "con el explícito llamamiento de apuntar en nuestras crónicas que ETA fue el autor de los atentados de Madrid". Aquí merecería subrayarse el matiz de que lo que se precisaba con urgencia en los laboratorios informativos del PP no es que hubiese sido ETA la ejecutora del execrable hecho, sino que NO hubiese sido ninguna organización mahometana que escribiese sus comunicados de derecha a izquierda. Constituía - constituiría- una réplica tridimensional de la foto de las Azores y de la mano de Bush sobre la hombrera de su coleguilla a primera vista: Aznar. Ante una población electoral, no se olvide, que había presenciado otro genocidio tiránico en Irak y a la que, esta vez, se le justificaba la colaboración militar con los EU aludiendo a unos mortíferos artefactos de destrucción masiva que jamás aparecieron. Es más, día a día surgen en manos gringas que cometen holocaustos fulminantes. Y las masas electorales opuestas a la presencia cuando menos inoportuna de tropas españolas en un infierno inventado e intensificado día a día, con imágenes de escalofrío, por el Pentágono, son entidades sociológicas que, pese a su apariencia involutiva y masificada y su sometimiento al fútbol y a las crónicas de tul ilusión, una vez puestas a pensar saben poner dos y dos y preguntarse cómo se pueden realizar labores humanitarias y de apoyo democrático desde vehículos blindados, armados hasta los dientes y (se sabe ahora, apúntelo la Comisión) mentalizados para someter a suplicios espeluznantes a presos o sospechosos . No es la imagen EU la del misionero presbiteriano, precisamente. No lo era ya antes de la vuelta al mundo de sus atrocidades castrenses. Era un peligrosísimo compañero de viaje. Y Aznar metió la zanca, y se apuntó a la Cruzada.

ETA constituía, pues, el cómodo comodín para exorcizar sarracenos y alejarlos al horizonte. Entendámonos. No estamos en Bizancio discutiendo si Al Quaeda es más demoniaca que ETA o viceversa. Pero lo que es seguro es que la opción de la 'yihhad' le destrozaba las transparentes urnas al PP. El cual, según siguen emergiendo acciones de asesinato masivo de civiles y vigentes leyes de Lynch grabadas y fotografiadas en la cínica postguerra de Irak, no va a quedar exento de salpicaduras por su implicación entusiasta en un desaguisado abisal e histórico. Aunque todo se olvida. Y aunque las hemerotecas, ay, despistan.

Telemadrid se rebela

Digamos de paso que tampoco se puede culpar a quienes difundían noticias manipuladas por pantallas y cebollas radiofónicas, mientras los canales extranjeros ya se definían por la versión de la autoría islámica de la catástrofe. En Telemadrid se produjeron rifirrafes entre el equipo dirigente, nombrado 'a divinis' por el PP, y los trabajadores de la cadena. En declaraciones posteriores al sangriento amanecer del 11-M, los profesionales del ente aseveraron que no iban a admitir más "actitudes destinadas a controlar a la población mediante técnicas de manipulación y propaganda".

Intoxicar a la ONU

Por si fuera escasa la validez y credibilidad de esta variopinta y decorativa institución, ONU, la intoxicación vía prensa y presión del Gobierno agónico del PP la embaucó de lleno, lo cual provocó la furia diplomáticamente contenida de muchos de sus delegados y representantes.

El flujo de información desviada desconcertó y engañó nada menos que al Consejo de Seguridad del organismo que, según fuentes fidedignas, "analizó y debatió el atentado de Madrid y, fiándose de la información que le ofrecía el Gobierno del PP, acabó por hacer una declaración condenando el hecho y responsabilizando a ETA de la masacre cometida en la capital de España".

El disgusto consiguiente de un buen puñado de plenipotenciarios no sirve de nada ante la gravedad del gazapo que les colaron. Una vez más se demuestra, óptica y sinópticamente, que las transparencias engañan, porque para engañar y enmendar fueron creadas.

Fundación Fernando Buesa, indignada

La Fundación Fernando Buesa se organizó a raíz del atentado de ETA que costó la vida en Vitoria-Gasteiz, hace unos años, al citado dirigente del PSOE alavés y a su escolta, el ertzaina Jorge Díez. La viuda de Buesa, sus familiares y miembros de la Fundación se indignaron, el día 13 de marzo, por el hecho de que Televisión Española y Telemadrid emitiesen, durante la jornada de reflexión anterior al 14-M, un documental titulado "Asesinato en febrero" cuyo contenido es la semblanza del repetido dirigente vitoriano y su escolta, y en el que se detallan las circunstancias de los mortíferos hechos. La reacción de la viuda de Buesa fue la siguiente: "No podemos callar cuando se pretende de forma artera que la verdad se convierta en otra víctima más de esta barbarie. Y menos aún cuando se trata de utilizar la memoria de dos víctimas del terrorismo con fines electorales y sectarios".

EFE, a la comisión de Deontología

En la Comisión espectral que va a analizar en el Parlamento todos -¿todos?- los aspectos, angulaciones, vértices y vórtices de los días inmediatos al drama del mes de Marzo, con clímax el día 11 y 'deus ex machina' el 14, a los responsables y jefes máximos de EFE, agencia decana, omnipresente y oficial. El Comité de trabajadores informativos de esta veterana entidad acusó a sus superiores nada menos que de "difundir noticias falsas". En la hiperredacción las acusaciones de "manipulación" corrían de mesa en mesa. Tanto es así, que la Asociación de la Prensa de Madrid va a activar por primera vez desde la transición su Comisión de Deontología a propuesta de trabajadores de dicha agencia EFE, que piden amparo y denuncian "censura" y "manipulación" durante sus investigaciones y pesquisas referidas al atentado. De todos estos testimonios se deriva que el PP mejor hubiese hecho callando, y el PSOE encerrando bajo siete llaves el maletín de Mortadelo en el Departamento de Inteligencia que corresponda. Mucho tiene de macabro este debate. Pero al fin y al cabo, que hablen, que se las ingenien, que salgan todos con la razón de su parte. A las argucias empiezan a llamarlas transparencias y nadie va a quedar convencido de dónde está la bola. Son buenos trileros.




11-M: mentiras y consenso


Víctor Sampedro, elcorreodigital.com

Han estallado varias bombas. Se desconocen los autores. Las víctimas son elevadas. El terror se ha cebado en los más humildes. La nación siente dolor y rabia; pero responde con entereza y serenidad. Ante todo, urge atender a los heridos. Miles de ciudadanos colaboran con las autoridades, dando pruebas de solidaridad y heroísmo. El Gobierno coordina esfuerzos y pone toda su energía en paliar la tragedia y dar con los responsables. A disposición de los ciudadanos está, y estará, toda la información contrastada de la que disponemos. Pedimos paciencia y cordura. No es momento de desavenencias, sino de cohesión y firmeza. Ahora y en las urnas». Así empezaba la pesadilla de ayer. ¿Saben el final?

Una gestión informativa coherente podría haber garantizado el triunfo del PP. Ni Al-Qaida ni los «miserables» del día 13 ganaron las elecciones. Las perdió el PP y las ganó el PSOE, de forma inesperada. Avalan esta obviedad todos los estudios de opinión pública. Las crisis agudas generan cohesión en torno a los gobernantes; pero sólo si se les reconoce como parte del cuerpo social agredido y como los únicos que pueden restañar las heridas. Sin embargo, el Gobierno popular se bunkerizó y hurgó en la fractura social. Por tanto, los indecisos y los conmocionados votaron a su segunda mejor opción: el PSOE.

El PP suspendió sus actos de campaña, pero los continuó en cada una de sus comparecencias. Todas, incluidas las del día 14, intentaban rentabilizar el dolor provocado por ETA, magnificar su amenaza y ampliar su 'entorno'. Dicha estrategia recabó frutos en las urnas gallegas y madrileñas el año pasado. Se aplicó en la precampaña para minar el Gobierno catalán y las esperanzas del PSOE. Y siempre contó con numerosos aliados, políticos y mediáticos, al margen de su filiación o línea editorial. Alianzas que el 11-M mudaron en mordazas y colapsaron la esfera pública.

Antes de la votación, sólo ETA y Al-Qaida negaron la autoría etarra sin ambages. Los asesinos decían la verdad y sus víctimas fueron objeto de mercadeo electoral y mediático. El asesinato del panadero pamplonés, que el día 12 se negó a reconocer la autoría etarra de la masacre, fue silenciado por quienes llevan una década decretando el guerracivilismo vasco. Tiroteado por su vecino -un escolta policial- y estigmatizado por abertzale, no era una víctima reivindicable. Tampoco los inmigrantes que viajaban en los trenes madrileños; aunque en su memoria desfilaron millones de ciudadanos, bajo una pancarta que rezaba 'Con las víctimas, con la Constitución y por la derrota del terrorismo'. Fueron, eran y son víctimas. Los 'ilegales' de Atocha, El Pozo y Santa Engracia no contaban con ningún derecho constitucional reconocido en la Ley de Extranjería. Y los 'no cristianos' (islámicos, para más señas) carecían del marchamo identitario que preconizaba el PP para la Constitución europea. Casi nadie señaló estas contradicciones. Se siguió haciendo política y periodismo a costa de las víctimas y sus familiares: nunca sujetos con voz propia, sino objeto de discursos ajenos... enajenados.

La democracia colapsa cuando sólo los asesinos dicen la verdad. Cabe recordar que «ETA mata, pero no miente» se convirtió en un axioma cuando anunció la tregua catalana. Una columna de un diario madrileño 'independiente' del día 12 se titulaba: «ETA mata y se suicida», sin dejar resquicio para dudar de la responsabilidad y del pronóstico. Ese diario aportaba el mismo día otro madero para la pira inquisitorial titulada «Autopsia». Su resultado: los conciliadores con el nacionalismo lo habían sido también con el terror etarra. Incluso en terreno extraño se esgrimían los mejores argumentos electorales del PP.

Durante cuatro días imperaron los argumentos de la Administración de Bush sobre la insurgencia iraquí. El terrorismo es el estertor de los desesperados y, por tanto, la búsqueda de la paz, cobardía. Por cierto, que los analistas de los países que siguen en Irak tachan también de cobardes a los electores españoles y el regreso de las tropas. La dialéctica de la guerra global contra el terrorismo ya había sido esgrimida como coda bélica de la pancarta oficial del día 12 ('por la derrota del terrorismo', en lugar de 'por la paz', no fuera a entenderse también en Irak). Ese viernes, en la calle (no en las instituciones) se alzó la pregunta: «¿Quién ha sido?». Al día siguiente, la falta de respuesta la transformó en la impugnación más grave que cabe hacer a los gestores de una esfera pública democrática: «Queremos la verdad, antes de votar».

El sábado 13 comenzó el vuelco electoral. Se desató al margen, en los márgenes de o marginado por los principales medios españoles, públicos y privados. Se alimentó de filtraciones, más o menos controladas e interesadas. Estalló en los medios extranjeros y se socializó con los móviles de una audiencia que ya era público activo. No fue la Comuna de París de la que habla Toni Negri, sino desobediencia civil no violenta, cristalizada en concentraciones ilegales, pero legítimas. La imposibilidad de censurar las televisiones por satélite, Internet y la telefonía móvil hizo audible la mentira. Las víctimas comenzaron a hablar en una deliberación colectiva, anónima, celérica y horizontal. Nadie ha publicado que las concentraciones madrileñas finalizaron de madrugada en Atocha, llorando a los muertos y haciendo sonar las llaves con un rumor soberano: «Nosotros tenemos la llave del Gobierno».

Hubo cohesión en torno al PP, que intentó criminalizar a los manifestantes y que, a fin de cuentas, no perdió tantos votos. El Gobierno se retrató, de nuevo, como víctima del acoso y derribo antidemocrático de los 'socialcomunistas'. Días después, mediante 'sms', organizó una convocatoria paródica en Génova para desagraviar a sus líderes. El PSOE sumó a su electorado más fiel la abstención crítica de izquierdas (la de la OTAN, Roldán y los GAL) y a los jóvenes (sin apenas memoria histórica). Y atribuyó su éxito al deseo de cambio; en todo caso, incierto y dubitativo. La contundencia de la primera decisión respecto a Irak puede ser un signo de firmeza. Aunque, sin duda, también de la necesidad de credibilidad: «No nos falles».

Aún asistimos a acusaciones cruzadas de manipulación electoralista y golpismo. Es la conspiración, invocada (una vez más) para exculparse de la derrota y anatemizar al derrotado; para ganar las europeas o promocionar una nueva película. Todo ello entre quienes afirmaban gobernar y hacer oposición desde el consenso. ¿Cuál? ¿El de las víctimas selectivas? Quienes exigieron la verdad negada y no pueden convocar a la Junta Electoral (el único árbitro legal y legítimo, al que nadie pregunta ni hace hablar) demostraron que merecían una España mejor. Con 200 muertos y 1.500 familias destrozadas, no quemaron un solo contenedor. No rompieron un solo cristal. Mientras, otros aún airean basura y tintan de cristal ahumado las ventanas de sus despachos.

* Víctor Sampedro. Profesor de Opinión Pública. Universidad Rey Juan Carlos.



España, Europa y el Sr. Bush


Immanuel Wallerstein, Traducción realizada por la Red Vasca Roja

El jueves 11 de marzo de 2004, a primera hora de la mañana, varias bombas explotaron casi simultáneamente en cuatro trenes de cercanías que se aproximaban a Madrid. Casi 200 personas murieron, y muchas más resultaron heridas. Fue un desastre terrible y cruel que produjo una conmoción inmediata y aflicción en España y en todo el mundo. La primera pregunta era, por supuesto: ¿Quién lo ha hecho? El gobierno español acusó inmediatamente a ETA, el movimiento independentista vasco que ha realizado numerosos ataques desde hace varias décadas. Sin embargo, al cabo de pocas horas muchas fuentes, incluidas fuentes policiales de otros países, comenzaron a decir que se trataba de un grupo vinculado con Al Qaeda y no de ETA. Esa misma mañana ETA, directamente y a través de grupos políticos simpatizantes, negó enérgicamente la acusación (cuando en pasados ataques ETA siempre había reivindicado su responsabilidad). Pese a la sensación creciente de que no había sido ETA, el gobierno español insistió en que era el principal sospechoso. La ministra española de Asuntos Exteriores ordenó a todos los embajadores españoles que lo manifestaran así. Durante los dos días siguientes el jefe del gobierno español, José María Aznar, telefoneó personalmente a los directores de los principales periódicos españoles, insistiendo en que había que acusar a ETA. Finalmente, el ministro del Interior español admitió que era posible que se tratara de un grupo de al Qaeda. El domingo todo el mundo parecía estar de acuerdo en que no había sido ETA sino Al Qaeda, pero esa misma mañana la ministra de Asuntos Exteriores seguía insistiendo en televisión en que el principal sospechoso era ETA.

¿Cómo podemos explicar esa extraordinaria confusión, por no hablar de desinformación deliberada, por parte del gobierno español? Para entenderlo debemos examinar los fundamentos de la política del gobierno español y recordar que el domingo siguiente al estallido de las bombas se debían realizar elecciones legislativas en España. En el período posfranquista se ha ido instalando en España un sistema básicamente bipartidista semejante al de la mayor parte del mundo occidental: un partido socialista de centro izquierda (PSOE) frente a un partido conservador, el partido popular (PP). Además de las acostumbradas diferencias izquierda-derecha que suelen separar a tales partidos, había cuestiones de política exterior y las relacionadas con las exigencias de autonomía (incluso de independencia) de varias regiones, ante todo Cataluña y el País Vasco, pero también Galicia, Andalucía, Valencia y las islas Canarias.

En el terreno de la política exterior, los socialistas, que controlaron el gobierno con Felipe González entre 1982 y 1996, realizaron un gran esfuerzo por integrar España en Europa y por desempeñar un papel destacado en las instituciones europeas. También se esforzaron por conseguir un acuerdo entre Israel y los palestinos. En los asuntos internos, los socialistas presionaron en favor de una notable descentralización de la estructura constitucional, aunque sin duda menor de lo que esperaban obtener los partidos nacionalistas.

Cuando el PP llegó al poder en 1996, cambió radicalmente el panorama. [Aznar] procuró acercarse a Estados Unidos, especialmente en todas las cuestiones en las que había conflicto entre éstos y Europa occidental. Esto quedó espectacularmente claro cuando George W. Bush llegó a la presidencia de Estados Unidos. El gobierno español se ha convertido en un apoyo muy activo de la política de Bush en Iraq. Desde su puesto en el Consejo de Seguridad patrocinó las resoluciones apoyadas por Estados Unidos y envió tropas para participar en la invasión de Iraq. En las cuestiones relacionadas con Israel, España llegó a alinearse con Sharon. En cuanto al nacionalismo, Aznar argumentó que los socialistas habían sido demasiado blandos con los "terroristas", y en particular con ETA (aunque González la había combatido sin pararse en barras). Aznar no estaba dispuesto a hacer concesiones, ni siquiera a los partidos regionalistas moderados. El PP es heredero de la tradición franquista de una hostilidad profunda a cualquier tipo de nacionalismo. En cuanto a Europa, el pasado otoño España fue, junto con Polonia, el Estado que se obstinó en impedir la aprobación de la nueva constitución de la Unión Europea, un proyecto fuertemente respaldado por Francia y Alemania, los dos Estados más hostiles a la política de Bush en Iraq.

Durante la semana anterior a las elecciones, las encuestas parecían mostrar que el partido de Aznar iba a ganar. Su mayoría se reduciría pero seguramente formaría el gobierno siguiente. Entonces estallaron las bombas. Sabemos ahora que al cabo de pocas horas la policía española le había dicho al gobierno que, por lo que habían deducido de una bomba que no había estallado y del análisis de su composición, era prácticamente seguro que no podía haber sido ETA la responsable, sino probablemente un grupo vinculado con al Qaeda. El gobierno silenció esa información y siguió acusando a ETA como responsable. La intención política era clara: en primer lugar, Aznar y el PP han estado tan obsesionados con ETA como George Bush y los neoconservadores con Saddam Hussein e Iraq. Ni Aznar ni Bush querían que la atención se dirigiera hacia Al Qaeda. Además, Aznar era consciente de que en las elecciones que se debían celebrar al cabo de tres días, si se concluía que las bombas eran responsabilidad de Al Qaeda, los votantes españoles podrían pensar que ése era el pago por la implicación española en la invasión de Iraq, especialmente porque la abrumadora mayoría de los votantes (incluidos los del PP) habían dejado claro en 2003 que se oponían a la implicación de España en la guerra.

Por eso Aznar lanzó la gran mentira, y lo hizo personalmente. Sin embargo, el viernes la policía española amenazó dejar al gobierno en evidencia porque no deseaba ser acusada de incompetencia, y el ministro del Interior tuvo que ceder terreno y sugerir que el gobierno investigaba a todos los posibles sospechosos, aunque seguía creyendo que ETA era el más probable. Pero las pruebas en contra iban creciendo y el sábado hubo manifestaciones en toda España denunciando al gobierno por engañar al país.

Varios directores de periódicos dijeron que lamentaban personalmente los editoriales que habían escrito el día antes y que Aznar les había engañado. Y el domingo, el gobierno saliente perdió las elecciones. El líder socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció inmediatamente que cumpliría su promesa electoral (muy anterior al estallido de las bombas) de retirar las tropas españolas de Iraq el 30 de junio. Se espera que el nuevo gobierno reanude las discusiones sobre una mayor descentralización en España, especialmente porque los partidos nacionalistas también resultaron beneficiados de la reacción contra Aznar. Y el futuro primer ministro español voló inmediatamente a París para debatir con el presidente Chirac su deseo de reintegrarse en Europa y de aprobar la nueva constitución de la Unión Europea. El ministro del Interior en funciones ha tardado dos semanas en reconocer que no había ninguna prueba que demostrara la implicación de ETA.

El estallido de las bombas en España ha repercutido en el mundo entero. Varios pequeños países latinoamericanos han anunciado que seguirían el ejemplo español retirando sus tropas de Iraq (Honduras ha sido el más explícito), y Europa volvía a cobrar relevancia espectacularmente. Los polacos han indicado que no podían convertirse en el único pagano y que revisarían su posición. los defensores de la administración Bush han comenzado su acostumbrada campaña de difamación. Los españoles, según dicen, son unos cobardes que se han rendido al terrorismo. Esto no ha influido apenas en la gente, ni en España ni en otros países de Europa, ya que resulta manifiestamente ajeno a la realidad española.

La irrelevancia de esa campaña de difamación era especialmente patente, dado que la semana siguiente la administración Bush sufrió un ataque parecido por deformar deliberadamente la situación mundial, engañando al pueblo estadounidense. Richard Clarke, el principal funcionario antiterrorista de la administración Bush (como lo había sido en las tres administraciones anteriores) ha denunciado a Bush y a sus principales colegas por ignorar deliberadamente a Al Qaeda en 2001 a fin de seguir situando a Iraq como problema principal, precisamente en los días anteriores y posteriores al 11 de Septiembre. Bush y Aznar están hechos de la misma pasta, y las dos situaciones son notablemente parecidas.

Las acusaciones de Clarke no se desvanecerán y están agitando el mismo tipo de intranquilidad entre los votantes que ha enviado al paro a Aznar, tanto más cuanto que sus acusaciones han sido secundadas por otras personas muy bien situadas para saber lo que se dijo en los círculos más altos de la administración Bush en 2001: dos lugartenientes de Clarke; el antiguo secretario del Tesoro Paul O'Neill; el general Donald Kerrick, antiguo viceconsejero de Seguridad Nacional; y otros varios en posiciones clave. Para la votación sobre la reelección de Bush faltan todavía meses, y no días, por lo que quizá tenga tiempo de recuperarse, pero el 30 de junio, cuando Estados Unidos espera instalar un gobierno iraquí soberano, probablemente no podrá traer a casa tantas tropas como esperaba, y por tanto no obtendrá el crédito electoral que eso le podría aportar. Europa no parece dispuesta a acomodarse a las obsesiones de Bush, y éste podría hacer bien en recordar lo que dijo el primer presidente republicano de Estados Unidos, Abraham Lincoln: "Se puede engañar a todo el mundo por un momento, y a alguna gente todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo".



No son de fiar

Augusto Serrano López, Rebelion.org

Cada vez aparece con mayor claridad que en las pasadas elecciones generales la mayoría de la población de España (ese espectro sociológico que Rajoy llama "personas, gente") ha querido castigar con su voto la gestión de los últimos cuatro años del Partido Popular y, en especial, la de su Presidente y Presidente del Gobierno, José María Aznar.

Lo sucedido en las últimas horas previas al 14 de marzo en modo alguno ha sido lo único determinante en la decisión de tantos millones de "personas, gente" a la hora de ir a las urnas. Si acaso, ha contribuido a exhibir aún más si cabe los dislates de esta gestión de gobierno y a ratificarlos.

Porque, al horror causado por la masacre de Madrid, se ha sumado el horror del desconcierto de esas personas, de esas gentes por la falta de información y de credibilidad en los mensajes oficiales. La doble vara de medir y el desprecio al adversario que con tanto ahínco ha utilizado el Gobierno en sus años de mayoría absoluta, se ha puesto de manifiesto en esas horas de incertidumbre y de terror en que estábamos todos:

- mensajes de ETA, a los que hace apenas unas semanas se les daba credibilidad absoluta magnificando su sentido para desacreditar a Ezquerra Republicana y al PSOE, ahora que negaban su participación en el atentado eran descalificados por repugnantes y vergonzosos;

- a la generosa y leal actitud de todos los partidos políticos ofreciéndose al Gobierno para unir criterios, voluntades y fuerzas contra el terrorismo, Aznar y los suyos ni se molestaron en contestar, mostrando una vez más el desprecio que tenían por sus adversarios políticos y el interés manifiesto de querer aprovechar electoralmente los terribles acontecimientos;

- ante los gritos de las personas y de las gentes que preguntaban, ¿quién ha sido?, el Ministro del Interior y Aznar mismo mantenían su postura ocultando la evidencia cada vez más potente acerca de los verdaderos autores de la matanza de Atocha;

- ante las dos manifestaciones aparentemente espontáneas (al menos no inducidas oficialmente por los partidos políticos) que se produjeron en la calle Génova, el PP condenó por aviesa, ilegal y malintencionada la una (la de quienes les llamaban mentirosos), pero no sólo consintieron la segunda en la que se cuestionaban los resultados electorales, se saludaba con la mano fascista en alto y se vilipendiaba a Zapatero, sino que no pudiendo reprimir su entusiasmo patriótico, Rajoy salió al balcón a saludarlos como si él, moralmente, hubiese ganado las elecciones;

- por no hablar de las dos comparecencias de Rajoy y de Rubalcaba en la noche del 13 de marzo que el Gobierno quiso diferenciar, calificando a la del PSOE de ilegal frente a la Junta Electoral y a la propia de respuesta legal obligada por los acontecimientos.

Demasiada desfachatez. Demasiado para la inteligencia. Era un asalto a la razón y al sentido común más elemental.

Ahora comenzamos a saberlo. Ahora que (no sabemos si legal o ilegalmente, porque seguimos hundidos en este mar de desinformación) han desclasificado lo que han querido desclasificar de los documentos del CESID. Porque, según medios de información no dependientes del PP, parece ser que hay informes de la misma fuente que no nos quieren leer, que siguen sin querernos leer, porque en ellos se dice que no estaba claro ni siquiera desde el inicio que la autoría fuera cosa de ETA.

Pero ahí está la cosa: Ahí está de nuevo su firma: que por nada de lo que hacen, por nada de lo que han hecho o dejado de hacer se sienten responsables: los responsables siempre han sido, son y serán otros. Ahora le toca al CESID cargar con las culpas del PP.

Son, de hecho, contumaces irresponsables, declarados irresponsables, políticos que ni han querido responder a las reiteradas preguntas de nuestro Parlamento ni han respondido a las demandas de millones de personas, de gentes que llenaron las calles de España en la Huelga General y contra la guerra ni quieren ahora responder por su gestión a raíz de los atentados del 11-M.

No; no son de fiar. Y habrá que tener los ojos bien abiertos para que en este período de transición no vayan a hacer algún disparate del que con seguridad no se harán responsables. Se van, se están yendo, según ellos, "con las manos limpias y las cuentas en orden" (sic). Es un modo de hablar, otra vez, que recurre al discurso del "tú peor" y que , con seguridad, se refiere a la salida en 1996 de los socialistas del poder. Convertidos en juez y parte, se exculpan graciosamente por una gestión política que, ya lo hemos visto el 14-M, las personas, las gentes estamos lejos de justificar y menos de aplaudir. "Las manos limpias y las cuentas en orden". Eso ya lo veremos. Es lo esperamos todos los electores de buena fe: que se pueda ver ahora. Esperamos que el grupo de personas y de gentes que, según sus discursos, llegarán al poder con otro talante para restablecer el diálogo y la transparencia logre recuperar nuestra confianza en las instituciones del Estado.

Difícil lo tiene el Sr. Zapatero, porque cada paso que dé va a ser analizado con lupa desde dos vertientes muy diversas y con propósitos muy diferentes. Lo vamos a estar observando quienes, desde las diferentes opciones políticas, logramos sacar del Gobierno al Partido Popular. Y lo vamos a observar para apoyarlo decisivamente en todo lo que signifique querer llevar a buen término los puntos nodales de su plan manifiesto. Pero también y con otro propósito lo va a estar observando la derecha y la ultraderecha para ver la forma -¡ya lo están diciendo!- de que no llegue a cumplir ni siquiera los cuatro años que por ley le corresponden. Así que no espere del PP la "oposición leal" de que hablara Rajoy la noche de 14-M. Que no lo espere, porque no es de fiar quien dice acatar la voluntad de los votantes, pero, a renglón seguido, cuestiona el modo cómo culminó su derrota, insultándonos a los millones de españoles que votamos lo que votamos no por miedo al terrorismo (¡ni al de dentro ni al de fuera!), sino por la convicción de que merecemos un mundo mejor que el que nos estaba queriendo configurar el Partido Popular.

* Augusto Serrano López. Filósofo y Economista español. Profesor Titular de la Universidad nacional Autónoma de Honduras.



Barcelona, 13-M. La noche de los móviles

Eva Sastre Forest, Rebelion.org

El 13-M, víspera del día de votación para las elecciones generales en el Estado español, se vivió un auténtico fenómeno de comunicación horizontal entre las personas y se revivió con gran intensidad aquel impulso de resistencia que ya había estallado un año atrás en los tiempos de la pre-guerra contra Iraq. La gente volvió a tomar las calles. Esas calles -que en las "jornadas de reflexión" suelen estar desiertas o sirven para pasar una tranquila, apacible y casi familiar "jornada previa a la gran fiesta democrática que son las elecciones"-, se convirtieron de pronto - sí, de pronto- en un espontáneo clamor de indignación contra la mentira. Porque fue de pronto que la reflexión callada, intensa y profunda de cada cual se transformó en un fenómeno activo que fluyó libremente y escampó por las calles toda la inmensa rabia contenida y acumulada, muy especialmente a lo largo de los últimos días. Así, el sábado 13 de marzo, a partir de las 7 de la tarde, las calles se llenaron de gente.

Espontáneamente. Sin más, sin previo aviso. ¿Cómo se produjo este fenómeno de masas? Pues mediante Internet, a través de mensajes cortos entre móviles (sms) y boca a boca… Nadie podría decir cuál fue el detonante decisivo (aunque las razones eran muchas) que hizo estallar justo ese día y a esa hora la indignación de la gente. O de quién surgió la iniciativa original, que en pocas horas se transformaría en la iniciativa de muchos, de tantos. El caso es que en apenas dos horas las calles de varias ciudades del Estado español se vieron invadidas esa noche por los gritos, las pancartas, los folios garabateados rápidamente con consignas de repulsa, de rechazo, de alerta, de revuelta. En Barcelona el fenómeno fue estruendoso: las cacerolas golpeadas con entusiasmo, la marea de personas que se añadían a los manifestantes hasta formar una multitud, las sonrisas cómplices y los aplausos de los paseantes que se unían a la marcha, todo indicaba que se estaba viviendo un momento histórico. "¿Y tú cómo te has enterado?" "Me llegó un mensaje al móvil, no sé de quién". "¿Y tú?" "Por Indymedia" o "Me llamó un amigo" o "Escuché el ruido desde casa y bajé en seguida"…

La policía llegó puntual a las Ramblas, pero había órdenes de no disolver, eso se vio cuando la masa, valiente, se puso delante de los autos policiales impidiéndoles pasar con sus cuerpos, pegados a los morros de los coches. Sartenes, cacerolas, tapaderas, cucharas, papeles escritos con urgencia y a mano ("No más mentiras", "Gobierno asesino", "Basta de manipulación") y voces a gritos no sólo contra los responsables gubernamentales sino también de solidaridad con, por ejemplo, el panadero vasco asesinado ese mismo día por un policía en Pamplona… La gente se enfrentó a las mentiras, a las armas y al abuso del poder con la voz, la cacerola… y el teléfono móvil. Sí, el móvil tomó un inesperado protagonismo, posibilitando no sólo una veloz convocatoria sino el que los grupos supieran lo que pasaba en otras ciudades, que la información circulara y la gente se organizara en pocos segundos…Y es que cada poco sonaba un pitido de alguien que recibía un mensaje: "pii-pii… ahora al Gobierno Civil", y luego otro más: "pii-pii…vamos a la sede del PP"… y la masa se dividía en grupos: dos mil para el GC, tres mil para el PP -donde había otros tantos, no se sabe de dónde habían salido, ya esperando. Y mientras el correveidile y el correveyconvoca a través de los mensajes circulaba sin cesar como un impulso eléctrico, las cacerolas actuaban como tambores de llamada y las bocinas de los autos animaban todo el recorrido. Y así, la multitud -que ya eran siete mil- se iba concentrando y creciendo incluso a altas horas de la noche (la noche de un sábado que no era de discoteca sino de reflexión combativa), agolpándose frente a la sede del partido del gobierno: "¡Las guerras son vuestras, los muertos son nuestros!". CityTV, un canal local de Barcelona situado en la zona, salió a emitir desde la calle, y la cantante Marina Rossell y el actor Enric Majó leyeron rodeados de gente un manifiesto espontáneo. Todo el mundo aplaudía y las calles seguían llenas, cada vez más. Era más de medianoche. Nadie podía creerse lo que estaba pasando, y se sentía una alegría popular que estimulaba pensamientos esperanzadores y permitía que pasaran las horas y que las calles siguieran llenas de gente, de bocinas y cacerolazos, de gritos y de valentía, hasta bien entrada la madrugada. El Gobierno había salido en la cadena pública TV1 para decir "que la gente volviera a casa, que eran actos de manifestación ilegales en una jornada de reflexión". Pero nadie quería escuchar más bobadas. Ya no. Ya no más. Ahora la calle y la opinión -tantas veces manipulada en los últimos días, en los últimos años- eran nuestras. Se estaba reclamando una verdad que, aunque ya era notoria y pública, seguía sin ser aceptada por el gobierno. ¿Hasta dónde podía llegar el cinismo del poder? ¿Y la manipulación? Esos miles de personas que salieron a las calles en esa noche pre-electoral estuvieron a punto de provocar la cancelación por parte del Gobierno de las elecciones generales del día 14; algunos hablaban incluso de golpe de Estado...

Y aunque todo eso ya es mucho, e importante, el auténtico fenómeno de la noche fue el cómo se produjo la movilización popular. La forma en que se movilizó tanta gente. Cómo se enteraron. Cómo se difundió el mensaje. Y la respuesta es contundente: la suma de Internet y teléfonos móviles. Lo cual demuestra que las nuevas tecnologías están encontrando formas revolucionarias de aglutinar los pensamientos disconformes, aunando el sentir de mucha gente dispersa que de otro modo no sabría, no podría, no tendría acceso a lo que ocurre. Los móviles se han revelado como una nueva forma de movilización, sobre todo de la gente joven, que no sólo reciben el mensaje, sino que a su vez lo redifunden y amplían su impacto exponencialmente a través de toda su agenda. Todo este fenómeno nos lleva a pensar sobre el papel que cumple cada tecnología específica en las luchas de resistencia. Por un lado, los móviles convocan y deciden en pocos segundos, por otro Internet es capaz de convocar en unas pocas horas. Igualmente, dentro de Internet existen varios tipos de páginas: unas relatan casi al minuto los sucesos -y se actualizan a tiempo real-, otras son de información diaria -se actualizan varias veces al día-, y otras se dedican a una reflexión más teórica, con un ritmo más lento. Y todas valen. Todas cumplen una función. Todas aglutinan a los pensamientos disconformes. Y no hay ni una sola de estas iniciativas que sea menor. Cada cual cubre un vacío y llena una expectativa.

Una de las enseñanzas extraídas de fenómenos como el vivido en la tarde-noche-madrugada de los días 13-14 de marzo ha sido que las tecnologías van a jugar cada vez un papel más importante en la teoría y en la práctica de la resistencia. Y la segunda gran enseñanza es que es la propia gente, con sus modos y diversidad pero con un impulso de resistencia común, la que se ha convertido en el auténtico motor del movimiento popular. Un movimiento en el que cualquier persona honesta tiene un lugar propio y a la vez compartido. Un lugar que desde luego, se halla muy lejos del habitado por los pseudo-intelectuales, por los periodistas sumisos o por los partidos de la izquierda tradicional, con sus caducos discursos, sus viejas formas y sus oxidados modos y lenguajes.



Y el pueblo respondió

Carlos Martinez M., Rebelión.org

Tras la masacre del pasado 11-M, la mayoría de los políticos y medios se apresuraron a definir lo ocurrido como "un ataque contra la Constitución y la democracia". El gobierno del PP rápidamente, y sin consultar con los partidos de la oposición, convocó con ese lema una manifestación. Muchos de nosotros ya pensamos que, a pesar de nuestro absoluto rechazo al asesinato en masa, no compartíamos este lema. ¿Qué tiene que ver la motivación de los asesinos con la democracia y más con la Constitución? Si pudiese pensar alguien que el llamamiento era adecuado, porque en un primer momento las sospechas apuntaban a ETA, ya esa misma tarde, y a pesar de la manipulación y opacidad informativa impuesta por el gobierno, conocíamos que el atentado era obra de seguidores de Al Qaeda, con lo cual el lema rozaba el ridículo. Así lo entendieron muchos manifestantes de la tarde-noche por lo que gritaron consignas como "queremos saber quien ha sido".

El domingo pasado el pueblo español votó por el cambio. El PSOE ganó las elecciones. También los nacionalistas catalanes de ERC y vascos obtuvieron buenos resultados, estas formaciones habían sido objeto durante la última legislatura de duros ataques del gobierno central.

A la mañana siguiente de las elecciones, ya aparecen los mercenarios de la pluma y el micrófono para advertir que el gobierno no debe tomar decisiones "irresponsables", refiriéndose a la promesa electoral de Zapatero de retirada de las tropas españolas de Irak. Qué curioso que cuando los gobernantes toman decisiones de este calado, se les acusa de "demagógicos" o "populistas", cuando en realidad, ha sido el pueblo español, el que democráticamente, ha decidido elegir a un partido que antes del atentado se comprometió a someter la política exterior española a la legalidad internacional.

Esto no es sino sólo un ejemplo de perversión de un concepto tan importante como es el de democracia, pero estos días ha habido más, por ejemplo, la alegación de "manipulación informativa". Cuando desde un principio el presidente del gobierno se dedicó personalmente a llamar a los principales directores de periódicos para mentirles y decirles que había sido ETA, sabiendo que no era así, cuando se estuvo ocultado información por el Ministro del Interior yendo "a remolque" de la información que filtraban los propios Cuerpos de Seguridad del Estado, cuando el sábado por la noche se sustituyó la película programada en TVE por el documental "Morir en febrero" sobre un asesinato de ETA, cuando no se suspendió ni un solo partido de fútbol, el martes nos enteramos que hemos votado manipulados por la "Cadena Ser".

Estos días han sido una lección de verdadera democracia y autonomía tanto organizativa como informativa, hemos aprendido a utilizar los mensajes cortos de móvil para autoconvocarnos y hemos reforzado el papel de los medios alternativos de internet. Y también hemos aprendido que no debemos confiar nuestra información a los grandes medios. Porque , aunque coyunturalmente la cadena Ser, integrante del grupo PRISA, ha ayudado a la derrota del gobierno, es bueno saber que ha sido nombrado como presidente de Sogecable (la empresa más importante del grupo PRISA) a Martín Villa, conocido miembro de la derecha mas ultramontana.

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