Insinúa el PP que el Gobierno de Aznar fue engañado el 11-M y posteriores por las fuerzas de seguridad e inteligencia del Estado. Según esta versión, tendríamos que creer que cada hora y cada minuto de aquellos terribles días, el jefe de la policía llamaba a Acebes y le contaba una mentira para que hiciera el ridículo en las ruedas de prensa. Luego, nada más colgar, telefoneaba a Rubalcaba y le decía la verdad. Todo ello supone que al poco de que los trenes reventaran, esparciendo restos humanos y espanto por doquier, los altos mandos policiales y los agentes del CNI decidieron, en medio del caos y el dolor, que atribuirían el atentado a ETA cuando hablaran con el PP y a Al Qaeda cuando se dirigieran al PSOE.
—¿Y eso para qué? –cabe pensar que preguntaría algún policía recién llegado al Cuerpo.
—Para que los votantes crean que el PP les ha mentido acerca de la autoría del crimen y pierda las elecciones.
—¿Y por qué queremos nosotros que el PP pierda las elecciones y las gane el PSOE?
—Porque además de ser de izquierdas, como es tradicional en la policía, no tenemos escrúpulos a la hora de alcanzar nuestros objetivos políticos. Por cierto, que alguien telefonee ahora mismo a Acebes y le diga que huele a titadine.
Insistimos en el hecho de que esta conversación se llevaba a cabo en medio del humo y de la sangre y de los llantos de las víctimas y del sonido desesperado de los móviles. Mientras los viajeros de aquellos trenes de la muerte agonizaban, la policía, siempre según la versión del PP, hacía planes para confundir al pobre de Acebes y al pobre de Aznar, que actuaron siempre de buena fe, transmitiendo al público la información de los expertos.
Uno cree que el género a través del cual deben contarnos lo que ocurrió durante aquellos cuatro días es el del reportaje. Pero el PP ha elegido el de la novela, y el de la novela fantástica, para hacerlo todo más difícil. Zaplana lo anunciaba hace poco al hablar de sensaciones, de poderes ocultos, de manos negras que movían la trama. “No puedo demostrarlo –dijo–, pero nosotros teníamos la impresión de que alguien jugó con nosotros durante aquellas horas”. Tampoco se atreve, como es lógico, a afirmar rotundamente que la policía le engañó porque la policía lo llevaría ante los tribunales, de modo que hace alusiones inconcretas con las que se quita de encima su responsabilidad al tiempo que sataniza, curiosamente, a quienes dijeron la verdad.
Por lo que vamos sabiendo, a las tres horas del atentado la policía había descartado por completo la autoría de ETA. ¿Por qué entonces telefoneó Aznar a los directores de los periódicos pidiéndoles que no se dejaran intoxicar por las versiones que atribuían el atentado a Al Qaeda? Porque Aznar, pese a lo astuto que es en la intimidad, fue engañado también por las fuerzas del orden para que hiciera el ridículo, perdiera las elecciones y se fuera al cubo de la basura de la Historia, que es donde chapotea en estos momentos y de donde es muy improbable que salga durante los próximos siglos.
Es verdad que no es fácil para Acebes presentarse ante una Comisión Parlamentaria como la que se avecina y reconocer que mintió como un bellaco, cuando usted y yo, que no teníamos información privilegiada, notábamos que algo olía a podrido en sus comparecencias. Alguna historia le tienen que inventar para que se defienda. Pero la hipótesis de que él y los suyos fueron concienzudamente engañados por las fuerzas de seguridad a sus órdenes proporciona al contribuyente una visión oligofrénica del Gobierno presidido por Aznar.
Y aunque no deberían llevar sus impulsos autodestructivos hasta tales extremos, lo cierto es que parecen decididos a acudir a la Comisión de Investigación sobre el 11-M con una novela fantástica debajo del brazo, mientras que sus adversarios van a mostrar un documental. Son géneros distintos, a los que no se debería obligar a competir. Ignoramos qué novelistas asesoran al PP, pero les están engañando, y ahora de verdad. Ni John Le Carré podría hacer verosímil una historia tan delirante. Por otra parte, puestos a hablar de sensaciones y de sospechas que no se pueden demostrar, a nosotros nos parece que alguien juega con Rajoy y que ese alguien no es otro que Zaplana, un personaje turbio que llegó a la política por motivos espurios y permanece en ella por ambiciones bastardas. Que nadie nos pida pruebas de lo que decimos porque se trata de una sensación, ya digo.
19/5/04
Un mundo de sensaciones, Juan José Millás
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