13/6/04

Los artificieros descartaron la autoría de ETA en el 11-M horas después del ataque


Los informes definitivos de los Tedax confirmaron sus primeras impresiones: no era Titadyne

26-04-04 - Francisco Mercado (El País)

Pocas horas después de la matanza del 11-M, a partir de las once de la mañana de ese fatídico día, los artificieros ya tenían indicios suficientes para descartar la autoría de ETA y para apuntar, por exclusión, al terrorismo islamista. Estas primeras impresiones fueron comunicadas verbalmente a sus superiores por los Tedax (artificieros) y se concretaron en los informes definitivos elevados al Ministerio del Interior a mediados de este mes. La mera observación de las mochilas que intentaron neutralizar sin éxito llevaron a los artificieros a sentenciar: "Éste no es el estilo de ETA".

Los artificieros dudaron de la autoría de ETA desde que se enfrentaron a la mochila-bomba (era una bolsa de deportes) que no había estallado en Atocha. Vieron un explosivo blanquecino y gelatinoso, con un teléfono móvil como activador, todo cableado de forma chapucera, nada que ver con una obra etarra, ni con la maleta-bomba que la policía neutralizó en diciembre de 2003 en el Intercity Irún-Madrid. Las impresiones se convirtieron en conclusiones cuando, en la madrugada del 12 de marzo, desactivaron la bomba que había acabado en la comisaría de Vallecas. Pero, a las 24 horas del ataque, el Gobierno mantenía que la principal línea de investigación era ETA. Éstos son los datos que los Tedax han incluido en sus informes.

- La inspección de las mochilas. Nada más llegar a Atocha, los artificieros encontraron en un pasillo de un vagón del tren atacado una bolsa bomba. Pasadas las ocho de la mañana, rodeados de muerte y destrucción, la abrieron y vieron un teléfono móvil dado la vuelta, sobre una bolsa de plástico, y una sustancia parecida a la plastilina que, inicialmente, les pareció de color naranja. Nada que ver con la Titadyne. La bomba fue encarada por un artificiero sin demasiada veteranía, que no concretó más detalles, pero sí que el teléfono no le daba buena espina. Le olió a trampa.

Los artificieros temieron que el móvil pudiera ser activado por tonos con la simple llamada de un terrorista. No sabían, como descubrieron más tarde, que se iniciaba con la alarma vibrador del aparato. Y en ese momento había decenas de funcionarios y autoridades en Atocha, amén de los heridos. Se desalojó el área y se intentó desactivar el artefacto a distancia mediante una explosión con agua (disparo a presión). Fracasó el intento. Se había hecho demasiado cerca. El impacto provocó el estallido al friccionar las moléculas del explosivo. La explosión aportó una nueva pista: el humo era negro intenso. La Titadyne provoca una humareda de un negro más suave, según los artificieros. Roza el gris. El olor no les indicó gran cosa. No es fácil distinguir una dinamita de otra por el olfato.

La Titadyne y la Goma 2 son, en realidad, el mismo explosivo, dinamita, pero marcas comerciales diferentes, ya que la primera se fabrica en Francia y Austria y la segunda, en España. Sólo presentan ligeras diferencias de textura, color y calidades de acabado.

Pero en la estación de El Pozo disponían de una segunda oportunidad para desactivar una mochila-bomba. En esta ocasión, los artificieros, más veteranos, se tomaron a conciencia la inspección ocular y advirtieron lo siguiente: en el interior de la mochila había un teléfono invertido del que salían dos cables (rojo y azul) que se introducían en una bolsa azul transparente de plástico, que contenía un explosivo blanquecino, gelatinoso, como plastilina (la Goma 2 va encartuchada, pero para su uso se desenvuelve y se amasa, como explosivo plástico que es); presentaba un cableado sin protección en las conexiones y carecía de un segundo temporizador. Con la experiencia del fracaso anterior, esta vez el disparo de agua se hizo desde más distancia. Nuevo fracaso. Pero los desactivadores ya sabían que el explosivo era blancuzco y gelatinoso. La Titadyne 30 utilizada por ETA es, según los manuales, azulada y de textura terrosa o granulada. Los artificieros pensaron que podía ser C3 o C4, un potente explosivo americano, nada que ver con ETA.

- No parece Titadyne. La observación de los daños en los trenes les aportó nuevos datos. Las vigas metálicas de los vagones habían sido seccionadas verticalmente, de un tajo seco. La Titadyne etarra puede destruir o doblar una viga, pero nunca cortarla como un soplete. La Titadyne en poder de ETA, por efecto de su degradación al haber sido robada en 1999, conserva una capacidad deflagradora de 3.200 metros por segundo. La Goma 2 Eco posee una capacidad explosiva de 5.300 metros por segundo. Por ello, pensaron que podía tratarse de dinamita, sin ponerle marca, reforzada con cordón detonante. Además, para causar tanta destrucción en caso de ser Titadyne, cada artefacto debía pesar unos 20 kilos. Demasiado para una bolsa de mano.

- Doble temporizador. Un elemento más difuminaba a esas horas la firma etarra: en la mochila-bomba sólo había un temporizador, el propio teléfono móvil. ETA, en cambio, siempre pone doble seguro de reloj a sus bombas, para garantizar el éxito del atentado y que la bomba no estalle antes de lo debido. Y, a primera vista, las mochilas-bomba de ETA y del 11-M eran inconfundibles. Bastaba comprobar cómo dispuso ETA la mochila-bomba de diciembre de 2003 en el tren Intercity Irún-Madrid: contenía 28 kilos de Titadyne, el triple que cualquier mochila del 11-M (10,1 kilos de Goma 2 Eco). Poseía doble reloj: uno despertador de la marca Casio (para controlar la hora de activación) y un temporizador eléctrico de fabricación artesanal, con un margen de 30 minutos a una hora, para evitar una explosión espontánea. Los artificieros lo llaman seguro del terrorista. Las bombas del 11-M carecían del citado seguro.

- Conexiones inseguras. Las conexiones del cableado de las mochilas-bomba estaban realizadas por simple arrollamiento, sin ningún tipo de clema (conector) que las inmovilizase, ni protegidas por cinta aislante. En la bomba del Intercity de Irún, las conexiones estaban hechas con clemas y con cinta aislante. Los artificieros vieron tan atípico y chapucero cableado en las mochilas-bomba explosionadas el 11-M.

- Triple alimentación eléctrica. La mochila introducida por ETA en el Intercity Irún-Madrid utilizaba una triple alimentación eléctrica: una pila alimentaba el reloj, otra el seguro del terrorista y una tercera, los detonadores. Triple garantía de que el artefacto no fallaría por falta de corriente. La mochila desactivada en Vallecas en la madrugada del viernes, perfectamente preparada para las 7.40 del 11-M en contra de lo manifestado desde Interior, falló por tres posibles razones: la energía suministrada por la batería no fue suficiente, se dispersó a través del móvil por una mala conexión o el teléfono no fue activado con la primera llamada.

- Detonadores atípicos. Todos los detonadores utilizados en el 11-M eran de cobre, específicos para minas con grisú, con un retardo de 500 milisegundos. ETA abomina de los detonadores con retardo (en el Intercity sí usó uno de 300 milisegundos) por una buena razón: en su autocrítica sobre el fracaso del atentado de 1995 contra José María Aznar, entonces candidato a la Presidencia del Gobierno, achacó el fallo al retardo de los detonadores "por décimas de segundo".

- Flujo de datos. A las 11.00 del 11-M, los artificieros ya apuntaban a una autoría distinta de la de ETA. A las 15.00 ya sabían que el explosivo era similar al hallado en una furgoneta con una grabación coránica. Y antes de las 5.15 del 12 de marzo ya habían destripado la mochila de Vallecas que confirmaba todas sus sospechas iniciales y descartaba la Titadyne. Estos datos que desmotaban la teoría etarra fluyeron verticalmente desde los Tedax de base a sus mandos y de ahí, a Interior.




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