21/11/04

Dios y los talibanes buscan a ETA

La Iglesia de Rouco da un paso al frente y asume la línea ideológica de las tertulias de la COPE

21-11-04 - Carlos Carnicero (El Periódico)

Los escenarios cruzados siempre ocultan intenciones perversas. La mixtificación del terrorismo islamista, ETA y las guerras de religión no se convoca con intenciones vacuas. La pregunta a la que hay que encontrar respuesta es: ¿qué hacen los servidores de Dios, desde la cadena COPE, y los talibanes que organizan las cacerías ideológicas españolas necesitando desesperadamente a ETA?

El bautizo, a los talibanes, se lo hizo Manuel Cobo, que a pesar de ser el ala iconoclasta del PP no deja de ser uno de ellos, con lo cual facilita mucho la labor de clasificación de las especies. Luego, como los demócratas de este país no estamos al degüello permanente, la denominación de origen no se ha institucionalizado, pero aún estamos a tiempo.

Los talibanes originarios, los legítimos, utilizan el Corán para determinar los espacios habitables de la mente. Los que tenemos en España, de momento se conforman con unos diarios de la mañana y las ondas hertzianas. Los resultados son los mismos: la destrucción del pluralismo por la coacción y el miedo.

En el origen, ETA fue necesaria el 11-M para no convocar una catástrofe electoral cuyas raíces no estaban en el atentado mismo, sino en la idiosincrasia política de Aznar. Ahora, él mismo nos lo ha aclarado todo: prefiere ganar las elecciones en EEUU aunque las pierda en España. O, dicho de otra forma, con tal de que ganen los republicanos de Bush la Casa Blanca está dispuesto a que Rajoy se tenga que conformar con el despacho de la calle de Génova. La posición de Aznar y sus éxitos transatlánticos tranquilizan mucho.

En este juego de batallas aparentemente dispares en contextos difusos, la Iglesia ha dado un paso al frente. Sacar los crucifijos a la calle, para movilizar contra un Gobierno democrático, es un mal síntoma, sólo que ahora se espera que el Gobierno sea civilizado e inteligente y su reacción, como mucho, sea cerrar los balcones al paso de la comitiva.

Es de agradecer que la Conferencia Episcopal se identifique plana y públicamente con la línea de la COPE, abandonando la pretensión increíble de que ellos no eran responsables de los desmanes informativos de los talibanes. Ahora todos son una misma cosa, en unas ondas trufadas de exquisiteces, donde la piscina en la que la esposa del presidente se sumerge, los paseos por los patios de las cárceles de los presos de ETA con los insurgentes islamistas y el patriotismo inexplicable de aplaudir las groserías de Bush con el presidente de los españoles se analizan con la misma delicadeza que los contactos sexuales en los programas del corazón.

La telebasura no se originó desde la nada. Llevamos muchos años de periodismo del corazón en el análisis político. El sistema deductivo de la alianza increíble entre Bin Laden y Josu Ternera y la disección de los amores de la familia Pajares tienen la misma metodología. Ahora, El Mundo anda desesperado a la caza de un síntoma. Basta con que un inmigrante argelino sea sorprendido en las Siete Calles de Bilbao devorando una cazuela de bacalao al pil-pil para una primera página a cuatro columnas que certifique que la apuesta informativa que hizo El Mundo, el mismo día de las elecciones, a favor de la autoría de ETA en el atentado de Madrid no era disparatada. En estas cosas, los talibanes son siempre persistentes.

Pero llevamos muchas líneas y no hemos dado respuesta capital. ¿Qué hacen los talibanes, la Iglesia del Dios verdadero y los sectores más oscuros del PP buscando a ETA desesperadamente para que les eche una mano en la tesis del atentado del 11-M? No hay nada como rebobinar los hilos de la historia. Quienes se criaron a los pechos políticos del expresidente Aznar sólo conocen el rencor, la conspiración y la cizaña como instrumento de asalto del poder. Los voluntarios siguen siendo los mismos y los límites no existen.

Se pide el voto para el PP en la línea editorial, pero se afirma con rotundidad la más firme oposición al unilateralismo y a la guerra de Irak. Se asiste cotidianamente en las tertulias de la COPE, calentando los braseros más integristas, pero se pretende mantener una apariencia liberal y progresista, en la misma medida en que se justifica una entrevista de media docena de páginas con la dirección de ETA y se demoniza la que realizó Carod, porque ya se sabe que la libertad de expresión y de información permite todas las tropelías, de tal forma que se puede ser referencia moral de todo el mundo sin estar sujeto a moralidad alguna.

Asistir a una rueda de prensa de Acebes es una rememoración de un auto sacramental y la antesala de un juicio inquisitorial. Cada vez que el exministro Zaplana comparece en televisión, la pantalla se oscurece de puro miedo inducido. Cuando el jefe de los talibanes se asoma a los micrófonos de su emisora amiga, la sutileza liberal se disimula con la certificación de que siempre busca la verdad, sea desde el asiento contiguo de Villalonga en el avión privado de quien era presidente de Telefónica, desde el balcón de la casa rural de los Rato en Carabaña, o intentado el procesamiento de Alierta una vez que no ha conseguido el control mediático de Antena 3 y Onda Cero.

El secreto de la promiscuidad de intereses de Pedro J. Ramírez es que siempre encadena la adhesión a la puñalada en una sucesión interrumpida de sus caprichos y sus rencores. Siempre desde un riguroso periodismo de investigación que asienta sus posaderas en los dosieres de los vertederos más innobles.

Lo que se pretende ahora demostrar es que al pobre Aznar, los largos tentáculos del felipismo le impidieron detectar el atentado del 11-M en una encrucijada de caminos entre las txapelas y los minaretes, en la que desde luego tiene responsabilidad, toda la responsabilidad, el Gobierno de Rodríguez Zapatero, aunque en aquella época ni podía intuir por donde estaba el camino de la Moncloa.

Es hora de quitarse las caretas y la Iglesia ha dado un paso al frente. A muchos católicos les quedaba la duda de si la idea de Dios que se desprende de las tertulias de la COPE se corresponde con la interpretación de los Santos Evangelios de monseñor Rouco Varela. Una línea editorial, eminencia, responde al consejo de administración, y todos nos quedamos tranquilos al saber que su eminencia, Pedro J. Ramírez y los talibanes que le acompañan en los micrófonos tienen la misma idea del camino de la perfección.




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