13/12/06

Pedro J. no distingue ya entre la realidad y la ficción (Carlos Carnicero)

13-12-06 - Carlos Carnicero (elplural.com)

A medida que se estrecha el cerco, la huída hacia delante es más desesperada. Lo imagino en la redacción de El Mundo, sudando bajo sus camisas de fantasía de rayas imposibles, pensando en la gloria de Watergate, con el estrés que proporciona la esquizofrenia de no distinguir ya entre la realidad y la ficción. Es un alquimista que cada mañana explora las probetas para la piedra filosofal de que los hechos se acoplen a sus intereses personales. Sus problemas de personalidad le permiten sobrevivir al ridículo de situaciones que nadie soportaría y en las que la amoralidad y la falta de vergüenza son una mixtura invencible. Todavía se empecina en que su apuesta del 11-M sea cierta, con la misma base científica del ludópata que posa la última ficha en la ruleta para la ensoñación de un pleno, solo porque sus obsesiones mandan sobre su voluntad.

Pedro J es un adicto al juego de la presión que no sabe retirarse cuando no tiene cartas. Pero además es un tramposo que busca los ases debajo de cualquier manga, a cualquier precio. Y gana, hasta ahora, porque los que se han sentado con él, delante del tapete verde de la vida, se han arrugado siempre con sus bravatas. El miedo es su arma letal solo porque los poderosos no se han dado cuenta de que él es un cobarde al que le tiemblan sus pálidas manos cuando se le mira a los ojos frunciendo el ceño. Entonces, como sus problemas psicológicos no le impiden intuir el peligro, se afloja porque sabe que por fin se encontró con alguien que le aguanta la parada.

Del amor al odio
Va armado hasta los dientes de una falta de moral que le permite alabar y promover el GAL para al cabo de los años utilizarlo como arma letal contra sus enemigos personales. Adoró al presidente de Telefónica cuando le podía nombrar emperador de Antena 3 y lo quiso meter en la cárcel cuando le quitaron el juguete. Era uña y carne con Francisco Álvarez Cascos hasta que las necesidades de sus divergencias le llevaron a amenazarle con publicar las conexiones del político asturiano con el ex policía Amedo y con el juez Garzón, que ejecutaban las declaraciones sobre el GAL con la música de fondo de meter en la cárcel a Felipe González. Los tres le odiaban por razones complementarias. El ex policía se sintió traicionado y siempre necesitaba más dinero para guardar silencio; al juez le dieron la puntilla en el PSOE, en donde no duró ni para contar su decepción, cuando no le hicieron súper ministro de Interior. En otro país no se hubiera consentido que un juez despechado actuara contra quien lo ofendió, pero ésta es la España de Ramírez. Y el periodista odiaba al ex presidente socialista como consecuencia de su propia naturaleza: siempre pasa por la vida lamiendo botas hasta que encuentra el ángulo para clavar el cuchillo.

Chistera inagotable
No sirve de nada que detengan salafistas en Ceuta en una nueva evidencia de la trama de Al Qaeda, porque el director de El Mundo ya está buscando si alguno de los detenidos tiene una prima en Mondragón para confirmar sus pretensiones. No se puede imaginar qué le queda algo por inventar pero, como duerme poco, lo encontrará. Se le ha agotado ya contratar a confidentes para hacer declaraciones al dictado, urdir tramas de policías corruptos que al final, después de apuntalar una primera página de El Mundo, terminan en prisión que es por donde tenían que haber empezado pero su chistera es inagotable…

Ahora su bandera de corsario es la piscina de Mallorca, que esgrime con el orgullo de quien consigue sumar un nuevo feudatario. Este estandarte de haber doblegado al Gobierno se lo dio José Luis Rodríguez Zapatero, agradecido porque no le recuerde nunca el director de El Mundo que él también era diputado socialista cuando el GAL mataba en Francia. Muchos ministros del Gobierno, con todo lo que ha caído, siguen haciendo cola para que este siniestro personaje les haga una entrevista o les cite en la columna del domingo.

Sin cartas y en la partida
Pedro J. se ha quedado sin cartas, pero sigue sentado en la partida. Todos los que están enfrente cerraran los ojos siempre cuando haga trampas porque el periodista incombustible los tiene cogidos por una parte dolorosa que no es lo suficientemente solvente para aguantarle el chantaje.


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