19/12/05

Autoría intelectual: Takfir Wal Hijra, la secta yihadista del 11-M

Extracto del Informe de la Comisaría General de Información de agosto de 2005 sobre organizaciones islamistas

TAKFIR WAL HIJRA (Anatema y exilio)

ORÍGENES Y EVOLUCIÓN

Este grupo islamista hunde sus raíces más profundas en el movimiento islámico religioso-político conocido como LOS HERMANOS MUSULMANES (Al IKHWAN AL-MUSLIMIN), fundado en 1928, en Egipto, por HASSAN AL BANNA.

En su afán expansionista, los postulados doctrinales y objetivos a alcanzar por parte de esta organización (lograr la liberación de Occidente y unificar a todos los países musulmanes bajo un único Poder, que se regirá de acuerdo con los preceptos coránicos y la tradición del Profeta) arraigaron también en numerosos Estados musulmanes, donde fueron surgiendo ramas o grupos, con denominaciones idénticas o similares, pero con diferentes estrategias marcadas en función de la mayor o menor tolerancia con que eran tratados por partelios Gobiernos respectivos.

Durante las décadas de los 50 y 60, en Egipto, la persecución y la ilegalización de los HERMANOS MUSULMANES (HH.MM) provocará una radicalización, que en el ámbito intelectual fue desarrollada por SAYYID QUTB, destacado escritor e influyente ideólogo de la organización, encarcelado, condenado a muerte y ejecutado en 1966, lo que tuvo gran repercusión en todo el mundo musulmán y, muy especialmente, entre los elementos islamistas más radicales.

QUTB elaboró en su libro "Rasgos en el camino" una nueva formulación respecto a la relación de la comunidad islámica con el Estado, que tendrá una influencia determinante en la evolución del Movimiento Islamista, proporcionándole el soporte teórico del que carecía para interpretar en categorías islámicas la relación
con el poder.

La base de la teoría de QUTB es la definición de la sociedad egipcia contemporánea y sus gobernantes como "Jahiliyya", es decir, en estado de barbarismo pre-islámico, transfiriendo su sentido histórico a una posición intelectual en la cual los gobernantes usurpan la soberanía divina, arrogándose el derecho de legislar y establecer nuevas leyes y valores, en contradicción con el Islam. El creyente debe por tanto rechazar esa sociedad blasfema y emprender la Jihad, primero como superación personal y luego como transformación de (a sociedad en una auténtica comunidad islámica.

El imperativo absoluto para el hombre musulmán es gobernar aplicando las prescripciones coránicas. QUTB afirma que la civilización islámica es musulmana y no árabe, y es religiosa, no nacionalista". Las teorías de QUTB provocaron una división en la Hermandad respecto a los medios a seguir para combatir el sistema. Las tendencias más importantes fueron tres, entre ellas:

Los partidarios de un enfrentamiento directo contra e! sistema, quienes darán posteriormente lugar a la tendencia más radical en la que lo prioritario dejará de ser la reforma de la sociedad para ser sustituida por la destrucción del poder.
Dentro de esta última corriente insurreccional emergerán, durante los años setenta, varios grupos extremistas, entre ellos el TAKFIR WAL HURA, que recurrirán a la violencia terrorista para lograr sus fines (otras organizaciones afines que surgieron por la misma época, y también en el seno de la misma tendencia, fueron por ejemplo las egipcias GAMA'AH ISLAMIYA y AL JIHAD, grupo este último en el que destacó como activista el actual número dos de Al Qaeda, AYMAN AL ZAWAHIRI).

El TAKFIR WAL HURA se implantó fundamentalmente en los países musulmanes del Oriente Próximo y del norte de África, alcanzando notoriedad importante en Egipto y Argelia. Otros países en los que arraigó con cierta fuerza fueron El Líbano, Sudán y Marruecos.

La organización, en fecha 13-12-02, fue incluida en la nueva lista de personas y grupos terroristas aprobada por el Consejo de Ministros de la Unión Europea y publicada en el Diario Oficial de las Comunidades Europeas.

IDEOLOGÍA Y OBJETIVOS
Se trata de una organización sunnita, de tendencia salafista (internacionalista), y, por tanto, partidaria de la preeminencia de la nación islámica sobre la noción de Estado regional, que estima demasiado estrecha. Sus miembros se sienten integrados en una macro-comunidad islámica, sin fronteras ni identidades nacionales.

Postula el retorno al Islam original, abogando por la estricta aplicación de los preceptos coránicos, que son los que han de regir todas la facetas de la vida cotidiana y contienen en sí mismos la solución de los problemas contemporáneos. Acusa a los gobiernos, en general, de haber vuelto a la barbarie pre-islámica, y a la sociedad contemporánea de vivir en un estado de yahiliya" (periodo preislámico), por lo que debe procederse a su excomunión ya que el verdadero musulmán debe rechazar toda ley no musulmana. Los musulmanes auténticos deberán de distanciarse de la sociedad actual y no obedecer a las autoridades y gobernantes; únicamente se reconoce la autoridad de Allah.

El hecho de que las sociedades musulmanas hayan renegado en la práctica del Islam equivale a lanzar un anatema contra el conjunto de los infieles y musulmanes, excepto sus propios seguidores. Estos últimos deberán afrontar, pues, el exilio, como hicieron Mahoma y sus compañeros en Medina, si bien en este caso se trataría de un exilio interior, consistente en el rechazo total de las leyes e instituciones del Estado impío, y prepararse para la lucha armada.

Los Takfir cuestionan el modelo occidental de desarrollo; los occidentales son para esta organización sus enemigos acérrimos, dado que no se someten al Islam. Además, no esconde su odio visceral a la forma de vivir occidental, a quien culpa de todos los males que padece (corrupción, paro, falta de viviendas...)

La principal meta de la organización es la conquista del Poder, por cualquier medio, y la consiguiente instauración de un sistema de gobierno que se base en la
aplicación de la Sharía. Dada su visión internacionalista de la Jihad, pretende, asimismo, una restauración del Califato que se vivió durante los primeros tiempos del Islam, es decir, con un carácter universal (de manera que agrupe a todos los
musulmanes bajo una única autoridad).

Para los activistas del Takfír, la Jihad, al estar prescrita por Dios y su profeta Mahoma, se convierte en un acto de devoción que abre las puertas del Paraíso como recompensa en el más allá.

(...)
ESTRATEGIA
En su afán por alcanzar el Poder, el TAKFIR WAL HURA, al igual que otras formaciones islamistas violentas partidarias de la Jihad a nivel internacional, no duda en recurrir a la violencia y utiliza la retórica sagrada de los preceptos islámicos recogidos en los textos divinos para lograr objetivos políticos y justificar aquella.

Sus miembros, mediante manipulaciones y desviaciones de los versículos y hechos y dichos del profeta Mahoma, intentan inculcar en las masas que para resolver cualquier problema (económico, social, cultural, etc.) han de combatir a los respectivos regímenes imperantes en los Estados ya que se sustentan sobre estructuras ajenas al Islam, siendo en consecuencia ateos e incapaces de gobernar a los verdaderos musulmanes.

De manera sistemática, las interpretaciones del Corán se orientan hacia la justificación de sus pensamientos y acciones. Asi, el combate se debe librar no solo contra los infieles sino también contra aquellos musulmanes que viven en la impureza.

Según ellos el musulmán no reconoce sus deberes de lealtad hacia un Estado más que si éste lleva a cabo la organización política de la Comunidad (Umma) conforme a las normas planteadas por los textos sagrados religiosos; de lo contrario hay opresión, que puede legitimar la rebelión encaminada a eliminar a los gobernantes que no aplican la Sharia o la contravienen pues no se puede obedecer a unas criaturas que se levantan contra el Creador.

Los Takfír consideran lícito matar a todos los infieles, incluso a los musulmanes que no siguen su rígida conducta así como a los niños "para que éstos no pequen en el futuro". De ahí que sus blancos sean escogidos tanto de manera indiscriminada como selectiva, siempre en función de sus intereses.

ESTRUCTURA ORGANIZATIVA
Los miembros del TAKFIR WAL HURA a la hora de desarrollar sus actividades se constituyen en pequeñas células con compartimentos estancos en donde se cultiva al máximo el secretismo, por lo que resulte difícil conocer su estructura.

No obstante, se ha logrado averiguar que en la cúspide de la organización se sitúa un Emir, quien goza de un gran carisma en el seno de la misma y ejerce sobre los demás miembros un férreo control, el cual preside el denominado Consejo Consultivo, órgano que toma las grandes decisiones respecto a la estrategia que se ha de seguir, actividades a desarrollar, nombramientos de cargos, etc.

MODUS OPERANDI
No es fácil detectar a los miembros del Takfír debido a la extrema cautela con la que realizan todas sus actividades ya que fingen costumbres no acordes con los preceptos coránicos e incluso llegar a ocultar que profesan la religión islámica.

Así, pues tienen una capacidad inigualable para infiltrarse en las sociedades occidentales. Hasta tal punto pueden hacer caso omiso de lo preceptuado por Ley Islámica, a fin de no levantar sospechas en las sociedades de infieles, que pueden tener relaciones sexuales con mujeres, beber alcohol, comer carne de cerdo y todas aquellas cosas que sean necesarias llevar a cabo con tal de cumplimentar las misiones encomendadas, incluso de índole delictivo común. De ahí, que sus contactos sean muy fluidos con elementos asociados a bandas de delincuentes comunes.

A nivel interno, los miembros del Takftr han se seguir estrictamente las órdenes dimanantes del emir y cumplimentar los dictámenes que el mismo emita (Fatwas), incluso infringiendo castigos físicos a los militantes que refuten la ideología de la organización o intenten separarse o abandonar la misma.

En cuanto a las medidas de seguridad a la hora de moverse o contactar, es de señalar que recuren a la adopción de una amplia gama de precauciones, incluyendo el uso de lenguaje encriptado, el cambio constante de teléfonos móviles y el uso frecuente de cabinas públicas.

No suelen reivindicar los atentados que cometen, y si lo hacen es a través de denominaciones ficticias o de otros grupos homónimos con el fin de desorientar las investigaciones policiales.

Finalmente, los activistas del Takfír, a diferencia de otros militantes de grupos islamistas violentos no acuden a las mezquitas para practicar los rezos habituales de su religión. Más bien frecuentan estos centros de oración para captar nuevos adeptos (proselitismo) y divulgar su doctrina. Las reuniones cotidianas respecto a las actividades que realizan son realizadas en apartamentos y pisos particulares.

CONEXIONES
La concepción intemacionalista que los Takfir sostienen acerca de la Jihad implica que sus miembros estén dispuestos a realizar en nombre de la misma cualquier tipo de actividad (financiera, de logística, propagandística...) a favor de grupos homónimos o afines que se encuentran en la misma órbita del credo ideológico esgrimido por el saiafismo, llevándoles en consecuencia a cooperar con los mismos.
De la experiencia policial acumulada, se ha podido saber que sus miembros gozan de reputada fama en los ámbitos operativos y logísticos de ambientes islamistas internacionalistas gracias a los excelentes contactos que mantienen con activistas de diferentes organizaciones incardinadas en lo que se conoce como FRENTE ISLÁMICO MUNDIAL O MOVIMIENTO INTERNACIONAL MUJAHIDIN, tras sus dilatadas trayectorias criminales en países como Pakistán, Afganistán, Bosnia... y posteriormente en varios países europeos.

En este sentido, desde 1994, algunas operaciones policiales emprendidas por distintos Servicios de Inteligencia europeos culminaron con el arresto conjunto de activistas del TAKFIR WAL HURA y de los grupos argelinos G.I.A. y GSPC.

Igualmente investigaciones llevadas a cabo por los Servicios policiales marroquíes han revelado estrechos contactos del Takfír con los grupos marroquíes ASSIRAT AL MOUSTAQUIM (Camino Recto) y AL HARAKA SALAFIA JIHADIA (Autenticidad y Guerra Santa), y el libio, GRUPO ISLÁMICO COMBATIENTE LIBIO, los tres de tendencia salafista.

Así, tuvieron lugar en Francia dos grandes redadas policiales, en fechas 08-11-94 y 20-06-95, dirigidas contra la denominada "Red Chalabí" (integrada por miembros del G.I.A. y del Takfir) que se dedicaba al robo, receptación de objetos sustraídos, falsificación y utilización de documentos administrativos falsos, así como al adoctrinamiento, reclutamiento, envío de armamento a Argelia, alojamiento y protección de militantes de ambas organizaciones llegados del referido país magrebí.



Takfir significa “incrédulo”, por lo que el Islam ordena la muerte. Los takfiries son totalmente opuestos a que en Marruecos, por ejemplo, existan bares, hoteles y mujeres vestidas al estilo occidental. En las unidades de almacenamiento externas USB recuperadas en el desescombro de Leganés, así como en el resto de los soportes informáticos recuperados, existen varios textos de la corriente “takfir”. Los partidarios buscan un enfrentamiento directo contra el sistema, en el que lo prioritario dejará de ser la reforma de la sociedad para ser sustituida por la destrucción del poder y recurrirán a la violencia terrorista para lograr sus fines; organización sunnita, de tendencia salafista, partidaria de la/el jihad internacional. Postula el retorno al Islam original y aplicación estricta del Corán. (Escrito de conclusiones provisionales del Ministerio Fiscal para el primer juicio por el 11-M).


El grupo Takfir Wal Hijra, los islamistas más duros y clandestinos, se implanta en España y abre seis mezquitas para captar adeptos. Fueron el motor de la matanza de Atocha

19-12-2005 - José María Irujo (EL PAÍS)

Junto a la estación de Atocha, Moneir Mahmoud, de 46 años, el imán de la mayor mezquita de Madrid, no había terminado un duro discurso contra los terroristas que protagonizaron el 11-M cuando observó desde el atril el rostro de Mohannad Almallah pegado a una cámara de vídeo. El sirio, al que cuatro años antes Moneir expulsó de su centro de oración, le grababa camuflado entre los manifestantes. "¿Qué haces? ¿Por qué me grabas?", le espetó el imán egipcio, doctor en Teología islámica por la Universidad Autónoma de Madrid, cuando terminó su alocución y se abrió paso entre la multitud. "Chej (jefe), no es por nada. Es un recuerdo para mí. Nada más", respondió Almallah.

La autoría intelectual del 11-M, el soporte ideológico que alimentó a los autores de la matanza de Atocha, 191 muertos y miles de heridos, tiene el cuño de una secta, Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio), la corriente más extremista y clandestina del salafismo, los más duros e intolerantes del movimiento yihadista que lidera Al Qaeda, según fuentes policiales. Un grupo que los informes de los servicios secretos franceses definen como "el núcleo logístico de la mayoría de los grupos terroristas islamistas que actúan en Europa".

Ideas radicales
El sirio Mohannad Almallah, de 41 años, era presuntamente uno de los miembros de este club del odio, de este núcleo duro del terror cada vez más presente en España, según el testimonio facilitado a la policía por dos testigos protegidos. "Se separó de su mujer porque no podía darle más hijos para hacer la yihad (guerra santa)", asegura de él alguien cercano a su familia. Almallah tuvo cuatro hijos con su primera mujer y uno con la segunda. Su hermano Moutaz, de 39 años, detenido en Londres y pendiente de extradición a España, tiene ocho hijos. Los dos son fervientes detractores de los anticonceptivos.

Para los agentes que investigan el 11-M, los hermanos Almallah fueron el sustento ideológico de los autores del atentado. Sin su labor de reclutamiento, adoctrinamiento y dirección, el ataque "posiblemente no se hubiera producido", dice un informe policial que destaca la cantidad de documentos sobre Takfir Wal Hijra que se encontraron en los ordenadores de los terroristas. "Los sirios jugaron en el atentado un extraordinario papel en el terreno ideológico", asegura el principal responsable de la investigación policial. "Los marroquíes, en cambio, fueron la mano de obra", añade convencido.

La secta Takfir Wal Hijra se ha implantado en España. Pese a su férrea clandestinidad, tanto la Unidad Central de Inteligencia de la policía como el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) han detectado signos inquietantes de su presencia. Fuentes de los servicios secretos aseguran que los takfiris han creado seis mezquitas donde ejercen el proselitismo y captan en secreto a nuevos adeptos. Cuatro están en Barcelona y dos en Valencia. Las dirigen imanes argelinos y marroquíes. "Su gancho es la formación religiosa", asegura un investigador. "No he visto ninguno por aquí. Son más patentes donde hay gobiernos islámicos", dice Abderrajin, imán de la mezquita valenciana de El Puerto.

Tras la matanza de Atocha, tanto la policía como el CNI trabajan en secreto en la elaboración de un censo de mezquitas y oratorios, antes inexistente, para estudiar sus corrientes y determinar si en alguna de ellas se proclaman impunemente ideas en favor de la yihad. La cifra inicial de centros de culto islámico detectados se eleva a 600, más del doble de las 272 entidades religiosas musulmanas que aparecen en el registro del Ministerio de Justicia. Sólo una docena son monumentales. La mayoría se trata de oratorios en pisos y locales fuera del control de la Administración, y algunas desconocidas para la Comisión Islámica, el órgano de representación de los musulmanes que ha mostrado su firme rechazo al terrorismo yihadista. "El registro es voluntario y no están todas las que hay", señala Ana Planet, consejera de Justicia. Desde el ministerio se apunta que las no inscritas no tienen por qué ser clandestinas.

El Gobierno estudia crear un registro oficial de mezquitas para "controlar a los imanes de las pequeñas mezquitas", según palabras de José Antonio Alonso, ministro del Interior, pero Riay Tatary, secretario de la Comisión Islámica, advierte: "No hay que victimizar a las mezquitas pequeñas. Atienden la demanda de culto, enseñan árabe a los niños y les acercan a sus costumbres".

En España predomina la corriente salafista y wahabita, según aseguran los responsables de los estudios confidenciales que elaboran los servicios de inteligencia. "Alrededor de un 10% de las mezquitas que hemos detectado propaga ideas radicales", afirma un jefe de la lucha antiterrorista. Un porcentaje demasiado alto. Rohan Gunaratna, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Singapur, advierte de los riesgos: "El nacimiento de estas mezquitas takfiris provocará la radicalización de más musulmanes".

¿Quiénes son los takfiris cuyas ideas inspiraron a los principales autores del 11-M? "Para los takfiris todo el mundo es malo menos ellos. Antes no asistían a las mezquitas y ahora están saliendo a la luz y crean las suyas. Se refugian en la imagen de ser corriente y no grupo. Informes de servicios amigos dicen que sus miembros son irrecuperables", señala un jefe de la Unidad Central de Inteligencia de la policía.

De la oscuridad a la luz
El secretismo es la seña de identidad de los miembros de esta secta, que para pasar inadvertidos pueden fumar, beber alcohol, mantener relaciones sexuales, comer durante el Ramadán, pasear un perro o vestir ropa occidental. "Son amables, educados y maestros del disfraz. Se infiltran sin despertar sospechas", dice un agente experto en terrorismo islamista. "Si entras en la secta, ya no sales", añade.

Para Mohamed Kamel Mustafá, el imán de la mezquita de Fuengirola, "son personas ignorantes poseídas por el odio. Trabajan en la oscuridad y no les gusta contactar con los imanes. Salen a la luz cuando hay mucha presión con ellos. No se puede negar que aquí hay salafistas radicales, pero no se mueven a ese nivel. Ése es el nivel más duro. Si no piensas como ellos, te conviertes en su enemigo". La policía, en cambio, estima que unos cincuenta salafistas presos en cárceles españolas son takfiris. Además de los presuntos autores del 11-M están los hombres de Mohamed Achraf, un argelino que pretendía volar la Audiencia Nacional.

Takfir Wal Hijra figura en la lista de grupos terroristas elaborada por la Unión Europea. Nació en Egipto en 1969 bajo la dirección de Shukri Ahmed Mustafá, un ingeniero agrícola para el que las sociedades musulmanas habían renegado del islam. Mustafá lanzó un anatema contra todos los musulmanes que no comulgaban con sus ideas y pidió a sus fieles que se refugiaran en un exilio interior y exterior. Fue ejecutado en 1978 tras haber sido acusado del asesinato de Mohamed al Dhahabi, ministro de Asuntos Religiosos. Entonces el grupo contaba con unos 5.000 miembros; entre ellos, los autores del asesinato, en 1981, del presidente egipcio Anuar el Sadat. El palestino Abulkader, de 55 años, imán de la mezquita granadina de La Paz, destaca que antes del 11-S casi nadie hablaba de ellos: "Después se empezó a rebobinar para ver si tenían algo que ver, y de ahí el temor a que resurjan".

Tatary, imán de la mezquita Abu Baker, de Madrid, los describe así: "Antes no hacían nada violento. Dejaban la ciudad, se iban al campo y luchaban contra la modernidad. Cortaban con todo. Nacieron como reacción a las torturas insoportables que sufrieron los Hermanos Musulmanes detenidos en las cárceles de Egipto. Si hay algo en España, viene de fuera y son casos individuales".

La ejecución de Shukri, el fundador del grupo, no impidió que sus ideas sigan vivas. Desde Egipto, los seguidores takfiris emigraron y extendieron sus raíces por otros países hasta el norte de África, donde encontraron el apoyo del Grupo Islámico Armado (GIA) que en los años noventa exportó sus ideas a Francia. Los Renseignements Généraux son el servicio de inteligencia europeo que mejor conoce a este grupo. Uno de sus responsables en París da un dato clave: "En toda Europa, su principal vivero de reclutamiento está en la delincuencia", una seña de identidad que aparece en la mayoría de los salafistas detenidos en España, más de 200 desde 2001. Takfir legitima la delincuencia si el objetivo es la yihad. "Son más comprometidos y decididos que los salafistas", precisa Gunaratna.

En 1995, tras los atentados del GIA en París, los takfiris estrecharon su relación con este grupo terrorista argelino, de cuya escisión nació el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. En la reunión que Osama Bin Laden convocó en Peshawar (Pakistán) en 1998, el Takfir Wal Hijra se incorporó al Frente Islámico Mundial para la Yihad contra los Judíos y Cristianos. Tres años antes, Bin Laden había sufrido un atentado de un hombre que se sospecha era takfir. La secta mantenía entonces discrepancias con el saudí.

Meses antes del 11-S, en 2001, los takfiris criticaron a Bin Laden porque apoyaba a los talibanes que reclamaban el reconocimiento de la Organización de Naciones Unidas; para los takfiris, un organismo enemigo. El jefe de Al Qaeda pidió ayuda a Omar Mahmud Othman, Abu Qutada, el clérigo palestino, de 44 años, referente espiritual en Europa de los grupos salafistas. Desde su casa en Londres, el barbudo Qutada redactó una fetua en la que defendía a Bin Laden, a los talibanes y a la Hermandad Musulmana. Los takfiris la acataron. "Qutada y la mayoría de los dirigentes ideológicos y operativos de Al Qaeda en Europa son takfiris. Mohamed Atta también lo era", recuerda Gunaratna.

Mohannad Almallah, el sirio que grabó en vídeo al imán de la mezquita de la M-30, y su hermano Moutaz, los supuestos ideólogos del 11-M, se arrodillaban tras la túnica de Qutada. Con tanta veneración que éste llamó en agosto de 2002 a Moutaz para que dejara Madrid y se fuera a trabajar con él. El sirio, que no tenía trabajo conocido, se fue a Londres con su mujer y sus ocho hijos.

La historia de Moutaz parece calcada a la de Mustafá Setmarian, de 47 años, el sirio-español y hoy alto jefe de Al Qaeda detenido en Pakistán. Otro escudero del fanático Qutada que dirigió campos terroristas en Afganistán. Una sola frase de Qutada, hoy en libertad vigilada en Londres, define su pensamiento: "La condena de Dios sobre los no creyentes es matarlos". Los viernes, Moutaz frecuentaba la mezquita de Finsbury Park, una de las más radicales de Londres, donde los takfiris reparten folletos contra la literatura occidental. "Si los ves, no parecen fanáticos", dice un jefe de Scotland Yard.

Mohannad vivía del trapicheo y arreglaba lavadoras en un local de la calle de la Virgen del Coro, cerca del Centro Islámico de Madrid donde se levanta la mezquita M-30 del imán Moneir. "¿Se arreglan lavadoras aquí?", le preguntó una vecina a Mohannad y éste contestó: "Sí, pero no la traiga porque no han llegado los repuestos". "Aquello era una tapadera, un lugar donde se reunían para exaltar la yihad. Ponían canciones religiosas para que no se les oyera y hablaban de cometer atentados. La clave para encontrarse era 'vamos al río'. Las reuniones empezaron en 2002, durante el Ramadán. Si hablaban de Bin Laden, le llamaban el emir", ha revelado un testigo protegido. El egipcio Ayman al Zawahiri, jefe de los takfiris, era otro de sus ídolos, y también Abu Musab al Zarqawi, el líder de Al Qaeda en Irak. El local estuvo vigilado por la policía desde 2003.

Mohannad no podía pisar el Centro Islámico de Madrid ni la mezquita del imán egipcio al que grabó en vídeo tras el 11-M. "La dirección del centro ha prohibido tajantemente la entrada del señor Mohannad Almallah", decía desde el año 2000 un cartel colocado a la entrada del recinto. El sirio propinó una paliza a una mujer a las puertas de la mezquita. "La tiró al suelo y pisoteó delante de todos", asegura un testigo. La joven denunció la agresión en una comisaría. "Tiene un carácter variable y cambiante. No está bien de la cabeza", asegura una persona que convivió con él.

El sirio pidió permiso al imán para volver a entrar, pero Moneir se lo negó. Los guardias le descubrieron dentro y expulsaron del centro. "¿Qué haces aquí?", le preguntó el responsable de seguridad. "He venido a ver qué se necesita para el matrimonio", respondió Mohannad, que se acababa de separar de su primera mujer porque no le daba más hijos. "Vino aquí furioso y enfadado, pero no dijo que había pegado a una mujer", recuerda Tatary, imán de la otra gran mezquita madrileña.

Mohannad, al igual que otros protagonistas del 11-M, se alejó de las mezquitas, un comportamiento típico de los takfiris. Algo que también hicieron Sarhane Ben Abdeljamid, El Tunecino, uno de los siete terroristas que se suicidaron en Leganés, y Amer el Azizi, Othman al Andalusi, un marroquí recién llegado de los campos terroristas en Afganistán que en 2001 escapó disfrazado de mujer de una redada policial. Para su fuga utilizó el pasaporte de Mohannad. Azizi y Sarhane asistían a clases de recitación del Corán con el imán Moneir. El tunecino, de 36 años, "lloraba de emoción cuando leía. Parece increíble, pero Sarhane era un sentimental", dice una persona que le trató.

El imán de la M-30 observó la radicalización de los tres y pronto llegaron a sus oídos las críticas al centro: "No se puede rezar detrás de ese imán", decían a las puertas de la mezquita. Los discursos de Moneir contra Qutada, el referente espiritual de los Almallah, le convirtieron en enemigo.

Azizi, Sarhane y los Almallah eran adictos a Internet. El Tunecino, que estudiaba el doctorado en Económicas en la Universidad Autónoma de Madrid, iba con su portátil a cuestas y, cuando no estaban reunidos en el taller de lavadoras, se comunicaban por correo electrónico. "Sarhane quería ser el jefe de todo el que estuviera a su alrededor", ha declarado Mohannad tras ser detenido. No hablaban por sus móviles y, cuando llamaban desde cabinas, usaban lo que la CIA denomina los "códigos idiota", palabras en clave.

Tras el atentado de Casablanca, el 16 de mayo de 2003, el confidente Cartagena, un imán que confiaba a la policía datos sobre el grupo, informó de que los sirios y el resto pertenecían al club de los más duros, a los más locos entre los locos. "¿Dónde situarías a esta gente?", le preguntó un agente. Y respondió: "Por su carácter multinacional se podrían encuadrar en el movimiento Takfir Wal Hijra". "Los takfiris odian que en Marruecos existan bares, hoteles y mujeres vestidas al estilo occidental. Creo que tras el atentado de Casablanca están los takfiris", afirmó. El CNI investigaba entonces la mezquita Assalam en Melilla, donde un grupo de takfiris ayudó a varios autores de la matanza de Casablanca.

En el verano de 2003, el suicida Sarhane, hijo de un alto funcionario tunecino, se definía como takfir y sus compañeros le llamaban "el ángel blanco" por su disposición al "martirio". Uno de ellos era Rabei Osman, Mohamed El Egipcio, otro takfir, un tipo fantasioso de manos largas y afiladas que se cuida las uñas de forma obsesiva y viste pantalones arremangados en señal de orgullo. Fue detenido en Milán (Italia) tras arrogarse la organización del ataque.

Moutaz, presunto "motor intelectual" del grupo, volvió a Madrid por última vez en el verano de 2003 para entrevistarse con "el ángel blanco", que en aquellas fechas proclamaba su obsesión de castigar a España por el apoyo del Gobierno de José María Aznar a la guerra de Irak y legitimaba el tráfico de drogas para hacer la yihad.

¿Cuándo y quién decidió el 11-M? Según el escrito de acusación que redacta la fiscal Olga Sánchez, cuando el 18 de octubre de 2003 Bin Laden citó a España como objetivo por su apoyo a la guerra de Irak, "la decisión del 11-M ya estaba tomada". Al día siguiente, Youssef Belhadj, presunto dirigente del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), "la mano de obra del ataque", compró un móvil y escribió el 11 de marzo como fecha de su nacimiento. Se cree que fue este hombre, detenido en Bruselas y entregado a España, quien decidió cuándo sería el ataque, pero se ignora quién fijó el objetivo. Un terror indiscriminado, otra seña takfir. Los jefes del GIM en Europa, brazo de la red norteafricana de Al Qaeda, se habían reunido meses antes en Bélgica.

Para la fiscalía, el inicio del ataque lo marcó la reunión en Estambul (Turquía), en febrero de 2002, de los grupos yihadistas tunecinos, libios y marroquíes en la que se acordó que los "buenos musulmanes" hagan la yihad en los países donde residen. Tras ese encuentro se produjeron los ataques en Yerba (Túnez, 2002), Casablanca (Marruecos, 2003) y Madrid (en 2004).

Dos meses después del 11-M, Mohannad Almallah, que niega cualquier implicación en el ataque, se afilió al PSOE, otra táctica de camuflaje. Se había separado de su segunda mujer tangerina, a la que maltrataba, y quería pasar inadvertido. En aquellas fechas, el sirio Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, el jefe de Al Qaeda condenado a 27 años de prisión y amigo de Moutaz, comentó sobre el 11-M a los funcionarios de la cárcel: "Ha sido la secta Takfir Wal Hijra. Matan a mujeres y niños".

El marroquí Jamal Zougam, de 32 años, uno de los presuntos autores de la masacre, bebía alcohol, fumaba, vestía vaqueros y cortejaba a las chicas de Lavapiés. Tras su detención parece haber cambiado. "Se ha vuelto un místico y no para de rezar", afirma una fuente judicial. Lo hace de rodillas en su celda, de pie en las ruedas de reconocimiento y sentado, entre pregunta y pregunta, ante el juez Juan del Olmo y la fiscal Sánchez. "Los takfiris y gente que como Zougam no parecía radical siguen aquí, entre nosotros", dice convencido un musulmán ceutí.


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