Terra Actualidad - Vocento/VMT
La reacción de los servicios sanitarios a los atentados del 11-M fue 'improvisada' y 'caótica' y reveló las numerosas carencias que padece el sistema de emergencias de Madrid, sobre todo por falta de planificación. Es la conclusión de un estudio sobre la respuesta pre-hospitalaria en las dos horas posteriores a los ataques realizado por el experto en gestión de desastres Alejandro López Carresi, que ha trabajado catástrofes en escenarios como Suramérica, Sudán, India, e Indonesia tras el tsunami.
El trabajo, basado en entrevistas a miembros de los servicios sanitarios que acudieron a los lugares de las explosiones, destaca que 'el 11-M reveló una planificación de emergencias débil', pues evidenció que la capital carece de un plan estructurado para hacer frente a grandes desastres, con todos sus pasos señalados por escrito y con una clara distribución de funciones entre los mandos de los distintos servicios de emergencias médicas (Cruz Roja, Samur, Summa, Sercam y Protección Civil).
El investigador destaca que en ninguno de los lugares afectados por las bombas se creó un puesto conjunto de mando para todos los servicios. La mayoría de los jefes se vieron desbordados y se dedicaron a atender heridos en vez de asumir la coordinación médica, y muchos sanitarios de base tuvieron que 'improvisar' y tomar decisiones más allá de su responsabilidad. Algunos profesionales recibieron órdenes contradictorias de distintos jefes, mientras que otros no recibieron ninguna instrucción.
El resultado fue, según este experto, un tratamiento 'desorganizado' de las víctimas y una 'deficiente' priorización en su transporte. En los primeros momentos acudieron a la estación de Atocha gran número de ambulancias, que sin embargo tardaron en llegar a la calle Téllez o la estación de El Pozo del Tío Raimundo, el lugar donde hubo más víctimas. Muchas unidades actuaron de forma independiente y sin conocer la localización del resto.
En la calle Téllez unos 10 sanitarios tuvieron que atender durante casi una hora a más de 150 heridos, y muy pocos fueron evacuados. En El Pozo nadie organizó la evacuación de los heridos; tras ser rescatados de los vagones y andenes, fueron repartidos de forma aleatoria ante la estación, para después ser trasladados sin control médico. No se puso en práctica ningún procedimiento de 'triage': los pacientes, graves o leves, fueron metidos en vehículos -muchas veces particulares- sin tener en cuenta su estado, y transportados sin indicación de cuidados adecuados o del hospital de destino.
Morir atropellados
En Santa Eugenia las unidades tampoco recibieron instrucciones de sus superiores. Se atendieron víctimas en los andenes sin saber que en el tren quedaba una bomba sin explotar. Ni siquiera se interrumpió allí el tráfico ferroviario: un tren pasó a toda velocidad durante las tareas de rescate y destrozó un cadáver que yacía sobre las vías. Los profesionales, relata López Carresi, tuvieron que huir de los raíles para evitar morir atropellados. La posterior explicación e RENFE fue que 'el tren pasó a alta velocidad para evitar que los pasajeros vieran la catástrofe'.
También el envío de víctimas a los hospitales evidenció que los equipos se vieron desbordados. De los 1.180 heridos que ingresaron, sólo 388 (el 33 por ciento) llegaron a los centros en vehículos sanitarios. Otro error es que fueron evacuados a los 17 hospitales según un criterio geográfico de proximidad, por lo que unos pocos quedaron saturados y otros infrautilizados. El Gregorio Marañón, el más cercano a las explosiones, sufrió una fuerte presión al recibir la mayor cantidad de víctimas. Al Hospital Central de la Defensa, el elegido por las autoridades para grandes emergencias, sólo llegó el cinco por ciento de los afectados.
Comunicaciones deficientes
Otro problema grave fueron las comunicaciones. Varios servicios de emergencia carecen de un procedimiento de llamada general a sus profesionales. La mayoría del personal que acudió ese día se enteró de lo ocurrido por llamadas particulares de compañeros o por los medios de comunicación. Además, cada servicio tiene su propia frecuencia de radio, incompatible con las de los otros, y no hay canales compartidos. Por lo tanto, el 11-M las comunicaciones entre los distintos servicios o entre los equipos de sanitarios y los hospitales sólo fueron posibles en persona o por teléfono.
El autor del estudio destaca, no obstante, que los profesionales trabajaron con la mejor voluntad y cubrieron con su 'capacidad de improvisación' la falta de planificación de sus jefes. El problema, subrayó, es que 'hay cosas que no se pueden improvisar' y eso podría tener consecuencias gravísimas en caso de nuevas catástrofes. López Carresi avisó de la 'ausencia de autocrítica' y de la 'autocomplacencia' de las autoridades, que 'han negado o minimizado los errores de ese día'.
La receta de este experto es sencilla: 'La mejor preparación no consiste en comprar los mejores equipos, las mejores tiendas u hospitales de campaña'. Para sacarle partido a esas inversiones, 'la solución está en una simple hoja de papel', que establezca antes del desastre los procedimientos a seguir y distribuya las responsabilidades.
28/4/05
Un estudio sostiene que la respuesta a los atentados del 11-M fue improvisada y caótica
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