Retirarse a destiempo
06 -04-05 - Javier Pradera (EL PAÍS)
El comportamiento de Aznar desde que el PP perdió las elecciones proyecta una luz diferente sobre su decisión de renunciar de antemano a un tercer mandato. Los vientos de los sondeos demoscópicos soplaban a su favor cuando el ex presidente ratificó una vieja promesa electoral ante el 14º Congreso de su partido celebrado en enero de 2002: dado que su victoria en las urnas se daba entonces por descontada, ese gesto de desprendimiento contenía cierta grandeza. Los argumentos adelantados por Aznar para justificar el abandono de la política profesional y su retirada a la presidencia de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) del PP no sólo eran encomiables sino también plausibles: el precedente fijaría la pauta no escrita de limitar a ocho años el desempeño del poder ejecutivo, permitiría la oxigenación democrática de las instituciones y evitaría las tentaciones caudillistas.
Las alarmantes transformaciones producidas en el comportamiento de Aznar durante el último año invitan a revisar la historia completa de esa promesa: cumplida al pie de la letra antes de ser convocadas las elecciones, ha sido traicionada después de celebradas. El ex presidente del Gobierno presumió en su día de seguir el ejemplo de Cincinato, el héroe que volvió a empuñar el arado después de salvar a la república romana; sin embargo, las intromisiones de Aznar en la vida interna del PP tras abandonar el poder (desde la regañina al presidente-fundador Fraga por haberle reprochado que no visitase el litoral gallego durante la crisis del Prestige hasta las críticas a Rajoy por apoyar la Constitución europea) están lejos de ajustarse a ese virtuoso paradigma. El vídeo sobre el 11-M producido por la FAES confirma que Aznar no se resigna a presidir esa macrofundación sino que pretende dictar la línea del PP.
Para explicar ese cambio de modelo desde el austero Cincinato retirado voluntariamente a su casa hasta el rencoroso Napoleón confinado en Santa Elena no es necesario recurrir a la hipocresía de Aznar. Tras la masacre -tal es el título del panfletario vídeo de FAES- implica oscuramente al PSOE en la preparación y el aprovechamiento del atentado: los trenes de la muerte perseguían que el PP perdiese los comicios y Zapatero se alzase con el poder. A la deslegitimación del resultado del 11-M se une la imputación de un crimen de Estado a un Gobierno democrático; la acusación no es sólo una calumniosa vileza: también constituye un peligroso delirio. Aunque la meta del atentado hubiese sido efectivamente la derrota electoral del PP, la conclusión deducida por el infame vídeo de esa premisa -el seguro éxito del objetivo perseguido- carece de sostén lógico: como recuerda Rogelio Alonso en la obra colectiva Madrid 11-M (Editorial Trotta, 2005), las repercusiones de los atentados sobre las elecciones no siempre coinciden con las intenciones de los terroristas y en ocasiones producen incluso efectos contrarios a los deseados.
El gesto de renuncia de Aznar a un tercer mandato fue sincero porque daba erróneamente como seguro el futuro político de España previsto por su propio libreto: el PP ganaría las elecciones del 14-M y la presidencia de Rajoy garantizaría a su antecesor y padrino el disfrute, no ya del gobierno, pero sí del poder, entendido como capacidad para dirigir la función desde el fondo del escenario y para disponer de oportunidades de enriquecimiento personal. Los acontecimientos, sin embargo, no respetaron el guión de Aznar e incumplieron la condición sine qua non que daba sentido a su retirada previa: desde esa perspectiva, el ex presidente del Gobierno no abandonó voluntariamente el poder sino que sólo renunció -como el pretendiente despechado- a la blanca mano de Doña Leonor. Tampoco podrá consolarse Aznar con el engaño piadoso de que no llegó a ser vencido personalmente en las urnas. El PP fue derrotado el 14-M por los errores de su presidente: tanto por la manipulación informativa del 11-M como por la imprudencia de convocar al día siguiente sin consultar a nadie una multitudinaria manifestación mientras los terroristas andaban sueltos por Madrid dispuestos a inmolarse con Goma 2 -siete de ellos lo harían el 3 de abril en Leganés- en un atentado suicida para provocar una masacre. ¿No habría cosechado Aznar una derrota más estrepitosa que Rajoy si hubiese encabezado las listas del PP?
El vídeo mató a la estrella
En el montaje aznarista sobre el 11-M hay mucho de amarga queja de un manipulador fracasado
07-04-05 - Antón Losada (El Periódico)
Ante la sutil videoperformance producida por la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), ese templo del pensamiento transversal, lateral y diagonal, la primera reacción que me asalta, incluso sin verla, es solidarizarse con su mayor damnificado: mi paisano Mariano Rajoy. Si en el Partido Popular nadie se atreve, habremos de ser quienes les queremos bien quienes les hagamos llorar. Digámoslo alto y claro. Ha llegado la hora de entregarle a José María Aznar los símbolos que marcan el punto sin retorno en una jubilación: el reloj de oro de la empresa y la bandeja de plata grabada con las iniciales de todos los compañeros que nunca te olvidarán ni te devolverán el dinero prestado estos años para café, tabaco o taxis.
Si es menester, haremos la ola, organizaremos una cena-baile-homenaje y, con la fina crueldad de Manuel Fraga, le definiremos como el mejor gobernante de España desde la transición.
Todo sea por el bien de disfrutar de una oposición de orden y como Dios manda. Que se deje de andar espantando moscas en Babia o en Venezuela para ocuparse de las cosas que realmente afectan a los mortales. Que contenga a un gobierno que se gana a pulso un férreo marcaje "ministro a ministro". Amigo Mariano, hasta la paciencia de un gallego tiene un límite. Esa misma élite del partido que te culpa de la derrota por blando y cierra filas en torno a la bilis aznarita, te necesita mucho más que él a ellos. Nadie en la derecha española está en condiciones de presentar ni sus números en las encuestas, ni su capacidad para llegar al ciudadano que votaba a Aznar para que bajara un poco los impuestos y las hipotecas, no para ir por rutas imperiales. Quien podría estarlo --Alberto Ruiz-Gallardón-- aún les gusta menos.
Después de bajar el dichoso vídeo en internet, como espectador me asalta un deseo incontenible de exigir que me devuelvan el dinero, aunque sea gratis. Si van a contar mentiras, lo mínimo exigible es que cueste un mínimo esfuerzo desmontarlas. Quien minusvaloró los riesgos terroristas tras los atentados de Casablanca fue el Gobierno de Aznar. Ahí están las hemerotecas y los ríos de tinta y sinceridad derrochados por la mejor ministra que tuvo nunca en sus gobiernos: Ana Palacio. Quien se presenta a las elecciones, solito y sin ayuda de nadie, con una secuencia de ocultación e incompetencia difícilmente igualable, desde el Prestige al Yak-42, es el Gobierno de Aznar.
LA VERDAD ES dura, pero te hace libre. Aunque Ángel Acebes le jure lo contrario, puedo asegurarle al señor expresidente que primero naufragó el Prestige, luego nació Nunca Máis. La gente se manifestaba contra el chapapote proveniente del quinto pino, no nos estábamos organizando para hundir el barco. Puede creerme, yo estaba allí. Hoy, que tanto sacralizan las encuestas de aquellos días, deberían preguntarse si quién sembró la demanda de un cambio de gobierno en 6 de cada 10 españoles o empujó a 8 de cada 10 españoles a ponerse en su contra fue el propio Aznar, llevando a un país que no quería a una guerra inexplicable. Lo dijera o no Rajoy la noche del 14-M, es la razón: tú y tu guerra.
Si se analiza sin bilis y con inteligencia, esta videoperformance responde milimétricamente a la misma lógica que inspiró la gestión de los atentados por parte de Aznar y su Gobierno. Es coherente que quien desde el primer minuto manejó todos los recursos del Estado al servicio de la tesis que le beneficiaba de acuerdo con no se sabe muy bien qué cálculos y de quién --si es ETA, mayoría absoluta-- abrigue en lo más profundo de su alma la idea de que el resto de la humanidad obró con igual o mayor premeditación.
Es la pataleta de quien no entiende cómo el modesto iceberg profesional de la cadena SER o de este periódico, un puñado de mensajitos a móviles y una rueda de prensa de Alfredo Pérez Rubalcaba hundieron aquel Titanic que formaban esos días las televisiones públicas del PP, la agencia Efe y la santísima trinidad de El Mundo, la COPE y La Razón, manipulando a toda máquina.
La respuesta es muy simple y se llama democracia. Pero resulta incomprensible para quien la forma de entender el gobierno y la ciudadanía en democracia es la acreditada por el patrón de conducta del Prestige o el Yak-42: menos viajar y más ver televisión, queridos votantes. En la sociedad de la información en tiempo real, mentir una vez y tener éxito es fácil. Lo complicado es mantener el engaño vivo y en directo las 24 horas del día.
EN ESOS 14 minutos de montaje con vagos ecos de la época dorada de Valerio Lazarov como realizados de televisión, hay mucho de la amarga queja de un manipulador dolido y fracasado a quien le consta que, en el mejor de los casos, a quien manipula a un manipulador le quedan tranquilamente 100 años de perdón. Por eso son 14 minutos de pura y dura propaganda, molesta incluso para los medios de comunicación afines. Porque no se trata sólo de sumar un poco más de verdad, sino de montar más jaleo y engordar una escandalera hasta que, como decía Miguel de Cervantes, la verdad ande sobre la mentira como el aceite sobre el agua.
Visto así, me temo estemos asistiendo el inicio de un serial con Miguel Ángel Rodríguez, conocido como M.A.R., a lo Cecil B. de Mille embarcado en la superproducción de secuelas con títulos como: Aznar, ese hombre, Acebes el justiciero o Zaplana, caballero sin espada. A no ser que --es mi esperanza y seguro que la de Rajoy-- el fracaso de crítica y público aquí y en el extranjero finiquite antes de tiempo y para siempre la incipiente carreta de la estrella de la FAES.
6/4/05
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