La trama policial abastecía de exclusivas al diario EL MUNDO
03-12-06 - C. M./D. M. (ABC)
Otro más. La mafia policial desmantelada el pasado viernes y que, además de traficar con drogas y explosivos, abastecía de «exclusivas» a los teóricos de la conspiración del 11-M, se suma a otros «históricos» delincuentes que también han servido al mismo fin: diseñar montajes sobre la autoría del mayor atentado registrado en la historia de España. Basta recordar los nombres de «El Nayo», en paradero desconocido, y Lavandera, que se inventó su intento de asesinato, o el hallazgo de una supuesta tarjeta del Grupo vasco Mondragón que resultó ser una casete de la Orquesta Mondragón. En este caso, en el de la trama policial, también hay pruebas concluyentes de falsedad pues, según han informado fuentes de la investigación a ABC, en el registro del domicilio de uno de los detenidos se halló un documento escrito en el que se planifica el montaje de la nueva Goma-2.
Los protagonistas
Del último capítulo de la teoría de la conspiración son protagonistas cuatro policías -en las próximas horas podrían ser cinco- ya detenidos por tráfico de drogas, detención ilegal, tráfico de explosivos, denuncia falsa, simulación de delito y revelación de secretos. Ninguno de ellos está relacionado con las causas abiertas por el juez Juan del Olmo sobre el 11-M. En definitiva, están acusados de «distintas actividades de la delincuencia común». Sus nombres son: José Luis González Clares, apodado «el Moro» por haber nacido en Nador; Luis López Hildalgo, Celestino Rivera Santos y Jesús Parrilla Parrilla, inspector que estuvo destinado en la Comisaría General de Información y que se trasladó a Avilés junto a otro policía pocos días después del atentado para entrevistar a José Emilio Suárez Trashorras, ahora procesado por vender la Goma 2- Eco con la que los islamistas mataron a 191 personas.
Parrilla y Rivera sólo están acusados, en principio, de «revelación de secretos». Además, los dos primeros mencionados estuvieron destinados en la Comisaría de Puente de Vallecas, donde apareció la bomba que no estalló y sobre la que los teóricos de la conspiración, al tratarse de la primera prueba, han arrojado todo tipo de sospechas, entre ellas que fue manipulada para invalidar la instruccción del juez Juan del Olmo.
Parrilla, sobre quien en su momento recayeron las sospechas de las filtraciones referidas al confidente Cartagena, había pedido por escrito su traslado de la Comisaría General de Información sólo unos días antes de que en agosto irrumpiera en escena esta nueva «trama de la Goma-2».
El 11-M, su blindaje
Con estos mimbres, los cuatro policías ahora arrestados por sus compañeros de la Unidad de Asuntos Internos creyeron haber encontrado en el 11-M y sus «investigadores» la «gallina de los huevos de oro» con la que mantener su trama, integrada también por confidentes vinculados al crimen. Es decir, a cambio de pasar información a compañeros de otras unidades policiales pensaron que gozarían de una «inmunidad» que les permitiría que sus colegas «no metieran las narices en sus negocios». Con la expresión, «déjame a mí, esto lo controlo yo porque me lo ha cantado mi confite», creyeron tener un salvaconducto. Este sería el escenario en el que se desarrolló la «operación de Goma 2», que luego los teóricos de la conspiración trataron de vincular con el 11-M. Todo fue un montaje de los policías ahora detenidos. Según fuentes de la investigación, fueron los agentes González y López (ahora destinados en Móstoles) los que ordenaron a Manuel Romero, confidente habitual de «el Moro», que se hiciera con los 5,5 kilogramos de Goma-2 y que, una vez descubierto, dijera que su destino era un musulmán.
La finalidad de este trato mutuo era que por un lado Romero, también detenido, podría lograr que su padre, un conocido narcotraficante de Vallecas, fuera trasladado a una cárcel de Madrid, y por otro, los policías «venderían» a sus compañeros de otras unidades policiales una «historia» sobre el origen de la Goma 2 -explosivo similar en el atentado del 11-M- a fin de «blindar» su red, lo que incluía la protección del confidente. Es decir, perseguían que ningún otro policía «metiera la nariz» y, así, de esta forma seguir sacando beneficios de su trama.
De hecho, cuando el 15 de agosto urden la farsa para que «aparezca» un paquete de droga, que resultó ser el explosivo en una furgoneta, «el Moro» y su compañero avisan primero (de madrugada) a funcionarios de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) a quienes conocían porque habían puesto sobre la pista de dos o tres servicios anteriores de narcotráfico que resultaron efectivos. Los agentes de la Udyco se retiraron en cuanto los Tedax se hicieron cargo del explosivo y la Brigada de Información de Madrid asumió el asunto y detuvo al confidente, pese a la resistencia de los agentes de Móstoles.
A su vez, el soplón involucró a otro conocido que tuvo que declarar ante Del Olmo, pero no tiene nada que ver, según la Policía. El tiro les salió por la culata a González, «el Moro»; López Hidalgo, Rivera Santos y Parrilla Parrilla. Las detenciones que, por orden del juez Juan del Olmo, se produjeron el pasado agosto a raíz del «descubrimiento» de los 5,5 kilos de Goma-2, pese a la puesta en libertad de los arrestados, no tuvo como consecuencia que se diera carpetazo al asunto. «Algo olía mal» y, en este caso, el olfato no les falló a los agentes de la Brigada de Información de Madrid. Poco después, abandonaron la investigación al comprobar la implicación de policías en la red. El testigo lo tomó, entonces, Asuntos Internos. Mientras, el juez Del Olmo autorizó que fueran intervenidos los teléfonos de los policías sospechosos, que en todo momento se hacían pasar por «probos funcionarios». Pese a tener fundadas sospechas de que sus teléfonos estaban intervenidos, los agentes se pusieron en contacto con el medio de comunicación que lidera la teoría de la conspiración para «filtrarle información» sobre la Goma-2 «localizada» en agosto. Se trataba, según fuentes de la investigación, de una huida hacia delante de los policías con el cebo de revelar un nuevo «agujero negro» del 11-M.
Los agentes corruptos siguen detenidos a la espera de pasar a disposición judicial. El viernes todos se negaron a declarar ante sus compañeros, que registraron sus domicilios y sus lugares de trabajo. Es más que probable que alguna de estas pesquisas haya revelado alguna nueva implicación, por lo que no se descarta la detención de otro agente implicado en la trama.
Funcionarios resentidos
Una vez más, individuos vinculados a la delincuencia común o funcionarios resentidos se ofrecieron para contar «la verdad». Así, a un policía que no fue distinguido con una medalla al mérito policial se le atribuye una de las versiones de la mochila de Vallecas, y las restantes no se descartan que salieran también de la factoría de la mafia policial desmantelada el viernes. En portada se llegó a titular : «La mochila de Vallecas no estaba entre los objetos que la Policía recogió del tren». Ante tal afirmación, la Dirección General de la Policía y la Fiscalía de la Audiencia Nacional se vieron obligados a hacer públicos sendos comunicados para desmentir «la información».
3/12/06
Intervenido un documento que acredita el diseño de "montajes policiales" sobre el 11-M para el diario EL MUNDO
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